Y todo por culpa de Vicente Huidobro y su montresol y montreluna, lunatando y lucenario. Filosóficas visiones de silencios paralelos que hablan y se forman en una conjunción musical, de guitarra, de voces angelicales, de miradas, de gestos extraños. Todo por culpa de Altazor que cae desde los cielos y se desintegra al chocar con el suelo. La música, el canto, el rimbimbolam lam lam que me hace cantar y se me pega como mnemotecnia que no olvida... luluyu.
Y lo mejor de todo, es que de tanto analizarlo, hasta la encontré sentido a eso que aparentemente no lo tiene. Lunatando, sí, lunatando, en el lucenario del isonauta. Ahora disfruto como nunca el placer semántico de una palabra extraña, roto, destruida y renacida. Y cantaré toda la noche los versos de Altazor, caeré desde el cielo y me estrellaré con el suelo, rompiéndome en mil sonidos supersónicos y ultrasónicos terrenales o trascendentales. ¿Quién sabe? De Dios, del mundo, de la ciudad, de la vida... todo por culpa de Altazor.
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