martes, 21 de julio de 2009

Llueve

Llueve desde ese silencio bullicioso con la que esa mirada celeste riega los campos. Pero no sólo el campo, también la ciudad se baña de potenciales torrentes que recorrerán las calles e inundarán de historias los alcantarillados que rápidamente se ven colapsados. Desde la esquina, viene caminando un perro vago con la cabeza gacha y el cuerpo todo mojado: viene sonriente, a pesar del frío, a pesar de la lluvia que parece hacer aún más difícil su existencia. Aún echa de menos a su amo que, de un día para otro, lo dejó abandonado: aún recordaba el olor al humo del tubo de escape del vehículo tras el cual corría.

Llueve y se siente la caída sobre los techos, llueve y espero ver la tormenta eléctrica que se acerca o que al menos parece venir. Y bailar bajo la lluvia, cantar y dar vueltas, saltar sobre las posas y sentir el agua que humedece hasta los huesos. No, no pasa nada: sólo es la naturaleza que canta mientras riega de historias sus raíces, su propia piel. Ahí viene corriendo un río, ahí viene chapoteando un niño, sonriente, de la mano de su joven que madre que lo abraza con ternura. Crece los caudales, las olas llegan hasta la calle por donde transitan apurados algunos transeúntes buscando encontrar refugio momentáneo en un paradero que se repleta en 5 segundos.

Llueve y otra vez, estoy escribiendo de la lluvia. Y ya lo decía una vez, nunca me cansaré de ver el agua correr por los vidrios ni de dormir con su canto mágico del fin del mundo.

1 comentario:

Mxk dijo...

shigur rosh, colmillo blanco

xau