miércoles, 8 de diciembre de 2010

La vida teatral.

No recuerdo bien dónde leí que el ser humano tiende a regresar al pasado de manera constante, en busca de momentos que pasaron rápidamente y que quisiera volver a tener a la mano. Es inevitable pensar en que la vida está llena de esos momentos -sí, aunque en el momento creamos que no- que luego te quedarán grabados para siempre, aunque sea una 'simple' caminata por un cerro, una moneda que te encuentras en el camino o el color que se proyecta en el cielo por los rayos del sol entre las nubes. Me gusta recordar el pasado para ver cuánto he avanzado en el presente porque, aunque ni yo mismo lo crea, algo se ha aprendido en todo este trayecto que se llama vida.

Y desde hace varios días que me vengo acordando del teatro. No solo por el hecho de que una mujer medio gitana me preguntó por qué no había estudiado algo con actuación o que siempre ha sido una de mis inquietudes el hecho de actuar, sino por la simple situación de que he encontrado compañía muy fiel que me acompañe a ver obras de teatro y que, por lo tanto, he ido a ver dos obras en menos de un mes: una excelente y otra que no quiero catalogar de mala, sino que 'ajena a mi entendimiento'. Y fue a partir de eso que recordé mi paso por el teatro durante 4to medio, en que tuve la oportunidad de actuar y de escribir dos obras dramáticas. 

Recuerdo que cada presentación era diferente a la anterior y no importa cuántos ensayos hayas hecho, porque el nerviosismo de presentarla aparece siempre: ver al público que te escudriña desde sus asientos, atentos a cada uno de tus movimientos, atentos a cada sonido que busca crear una significación de esta diégesis tan dinámica como es la puesta en las tablas. Extraño pisar las tablas, desplegarse entre luces y, en definitiva, ser otro. Creo que eso es lo que más me gusta de la actuación: el hecho de que no soy yo el que está en el escenario sino un personaje que puede ser muy parecido a mí, pero que no se corresponde en absoluto conmigo mismo. Quizá puedes ser un asesino, un cura, un profesor, un abogado, un médico... aún sin saber mucha teoría respecto a cada profesión, pero nadie te lo va a cuestionar: eres el personaje y la historia manda, tú solo te dejas llevar.

Y la preparación, el montaje mismo es otra de las 'ansiedades' que me gustaba en su momento, en que cada vez que dormías poco por el nerviosismo valía la pena cuando la obra resultaba como querías. Infaltables las improvisaciones de último minuto -o a tiempo real- que nos permitían continuar con la historia. Recuerdo la selección minuciosa de la música y más de algún playlist que todavía queda en algún CD, convirtiéndose casi en la banda sonora de una etapa de tu vida. Y es que cada melodía, también, juega un papel fundamental en la significación, en la creación de una atmósfera. Creo que los recursos audiovisuales son importantes -si son bien utilizados-, pero, lógicamente, no es todo. Si en los inicios del teatro se podía lograr tanto con tan poco, es porque realmente ha existido gente talentosa que logra transmitirte sensaciones a través del cuerpo. Porque el cuerpo nunca deja de sentir -según McLuhan- y, por tanto, nunca podría dejar de comunicar, según los axiomas de la comunicación (si no me equivoco, de Watzlawick). 

Quiero volver al teatro, quiero volver a crear mundos que del papel sean capaces de sacar uñas y clavarse en la realidad y transformarla. Quiero ver las luces que desordenan el mundo, que crean otro mundo paralelo en base a las paredes y los límites de lo concreto... y de la irrealidad. Pero tiene sus condiciones: quiero crear un mundo que cause sensaciones, que haga llorar si es necesario. ¿Tan difícil sería volver a la catársis griega original? Purificarse, sí, porque el arte es una forma de purificación del alma (cuando es de calidad), es la conexión con la propia imaginación y ese mundo que se niega a silenciarse entre los gritos del mundo.

Y fueron momentos que se me pasaron tan rápido, pero que disfruté muchísimo. Sí, incluso los momentos más 'incómodos' como cuando debí subirme a una escalera y, sin ninguna protección, llegar hasta unos 3 metros de altura a pegar cartulinas oscuras en las ventanas. También las discusiones con gente aprovechadora, pero, por sobre todo, la ansiedad de todos como equipo pensando en que todo debía salir bien. Los abrazos, las sonrisas, el esfuerzo, ver que todo salía bien porque cada uno pone algo de su parte. Porque un personaje no surge de la nada y es, de alguna medida, también una persona, como quien lo encarna. Pero esa persona le entrega lo necesario para que sea él mismo: uno puede aprender muchísimo de un personaje si lo deja ser.

Quiero volver a hacer teatro, a la actuación, a la dramaturgia y hasta al cine. Creo en el potencial de expresión que tiene la imagen el movimiento y del cuerpo mismo, una buena forma de conocernos incluso a nosotros mismos y sacar eso que llevamos dentro que nos puede llevar a potenciarnos. 

Fotografía: "Ahora los dejamos con..." obra de teatro presentada en el año 2006, Colegio Salesiano de Valparaíso, Valparaíso. 

1 comentario:

E dijo...

Actuar... es una de las cosas que se TIENEN que hacer en la vida... y de esas cosas que tienes que VOLVER a hacer.
Lo mejor de ser actriz (o actor) es que puedes ser lo que quieras, tal como lo dijiste... yo creo que por eso quería serlo, para evadir la elección de tener que ser solo una cosa, aunque todavía no desecho la opción.
Eso que dijiste de subir 3 metros me recordó algo que hice una vez en un ejercicio de teatro, fue algo muy heavy, pero bkn.

Dejemos Castellano y formemos una compañía???? jujuju