Y siempre es lo mismo, sé lo que va a suceder, pero es inevitable que la curiosidad me tenga de pie ante dichos fenómenos. Era el último eclipse de luna del año y tenía una característica muy especial: un eclipse que coincide con el solsticio de verano, situación que no se repetirá hasta el 21 de diciembre de 2097, según los medios. Aprovechando mis vacaciones, esperé hasta las 03.15 am en que comenzó la penumbra, observando los detalles del oscurecimiento de la luna que, seguramente, fue el motivo de que los perros estuviesen ladrando durante mucho rato. Y me cuestionaba cómo habría sido la observación de este tipo de fenómenos en la época cuando la ciencia no eran tan masiva y en que más de alguna autoridad hubiese alzado su poder en torno a eso, amenazando a los ignorantes del fin del mundo.
Fue muy agradable observar los alrededores de mi casa a las 3 de la mañana, ver que todo sigue igual mientras uno suele estar durmiendo y que la ciudad continúa en movimiento, aunque en menor medida. La luna iluminaba mucho y lentamente se fue apagando en la medida que se eclipsaban. ¿Qué significará un eclipse dentro del orden del cosmos? ¿Acaso el inicio de algo nuevo? En este caso, sí: el inicio del verano, de la época de renovación de la naturaleza y las buenas energías para comenzar un nuevo año. Me sentí muy pequeño frente al universo de estrellas que se desplegaban ante mi mirada, ese camino de estrellas que hacía algunos meses estuve observando en una ciudad perdida en Castilla La Mancha, allá en la Península Ibérica, a muchos kilómetros de distancia desde mi casa. Y nacen tantas historias a través de las estrellas... ¿cuántas veces las estrellas nos han estado mirando a nosotros, esperando el momento preciso para iluminarnos? Este año creo haber tenido demasiadas estrellas y estrellas voladoras no identificadas que no hacen otra cosa que hacerme sonreír.
Pronto se acaba el año y temo que eso suceda, porque ha sido uno de los mejores años de mi vida.
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