Saltar de pronto y quedarsde mirando el cielo, sin sentido: sin haber ingerido ninguna bebida extraña, sin haber consumido ninguna sustancia ilícita. Mirar cada detalle de una ciudad dormida por la lluvia, por las tormentas eléctricas que sorprenden en el momento más inesperado mientras el intento de ocultarse bajo un paraguas resulta una odisea un tanto carnavalesca en un dancing in the rain sin saber cómo continuar la letra. Despertar de golpe con Sour Times y la voz de Beth Gibbons que me hace saltar otra vez, cuadno son las 01.37 am y debiese pensar en lo que es el sueño, en recostarme sobre mi cama y pensar en mi estómago convertido en una placa tectónica que se sumerge y se vuelve a levantar, causando temblores insensatos capaces de derribar cualquier momento dulce.
Sonreír sin ningún motivo y cerrar los ojos para ver qué es lo que se esconde tras esa muralla de la esquina, esa que ayer era de color blanco y hoy está rayada con un graffiti de mensajes subliminales. Caminar, caminar, caminar, caminar y perderse en esa mini selva de cemento que se alza por obra y gracia del viento, por obra y gracia de la inestabilidad atmosférica que, seguramente, debe ser aún más perceptible allá en los edificios de más altura. Probablemente, la benevolencia de ese rayo que no se ve, pero que deja su ruido. Probablemente, el maleficio de una mirada como esa que te hace perder el sentido en dos segundos. O... un golpe en la cabeza, contra el suelo; la sangre que sale a chorros mientras las miradas en el cielo dan cuenta de esa nube que no cesa de dar vueltas con su sonrisa amenazante: hoy voy a dejar caer la lluvia sobre la ciudad y no sé si podrás bailar.
Que todo lo que se dice causa risa, expectación, locura, sorpresa, adjetivos desviados de su hilo central, sujetos y predicados inconexos y muy poca coherencia verbal sujeto pronombre y estilo: una mezcla de colores que no existen (color universo, por ejemplo).
Y, en definitiva, sí. Soy una caricatura.
Fotografía: Museo Nacional D'Art de Catalunya, Barcelona, España.
Sonreír sin ningún motivo y cerrar los ojos para ver qué es lo que se esconde tras esa muralla de la esquina, esa que ayer era de color blanco y hoy está rayada con un graffiti de mensajes subliminales. Caminar, caminar, caminar, caminar y perderse en esa mini selva de cemento que se alza por obra y gracia del viento, por obra y gracia de la inestabilidad atmosférica que, seguramente, debe ser aún más perceptible allá en los edificios de más altura. Probablemente, la benevolencia de ese rayo que no se ve, pero que deja su ruido. Probablemente, el maleficio de una mirada como esa que te hace perder el sentido en dos segundos. O... un golpe en la cabeza, contra el suelo; la sangre que sale a chorros mientras las miradas en el cielo dan cuenta de esa nube que no cesa de dar vueltas con su sonrisa amenazante: hoy voy a dejar caer la lluvia sobre la ciudad y no sé si podrás bailar.
Que todo lo que se dice causa risa, expectación, locura, sorpresa, adjetivos desviados de su hilo central, sujetos y predicados inconexos y muy poca coherencia verbal sujeto pronombre y estilo: una mezcla de colores que no existen (color universo, por ejemplo).
Y, en definitiva, sí. Soy una caricatura.
Fotografía: Museo Nacional D'Art de Catalunya, Barcelona, España.
1 comentario:
Sí, eres una caricatura que adoro y vería por el resto de mi vida. Eres una caricatura, una genial caricatura... ; ).
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