domingo, 4 de octubre de 2009

Cámara 7 (fragmento)

Una luz pasó muy cerca de sus huellas. Se escondió debajo de la cámara número 12 y esperó que el silencio volviese a apoderarse del recinto. Se acercó al vidrio de la cámara y se encontró con el cuerpo que había visto bajo el agua antes de perder la conciencia y, aparecer enredado de cables. Pero no era un cadáver como él había creído: el hombre respiraba. Buscó las funciones del tablero en un manual digital que aparecía cerca de la ventana: entonces supo que el hombre provenía de un planeta distinto. ¿Era humano? Así lo parecía, pues era de la misma apariencia de un humano. La máquina indicó un error cuando Gabriel quiso indagar respecto a cuál era el nombre de ese planeta; debía conseguirse una clave especial. Estaba frente a un hallazgo de carácter confidencial, pero él era el descubridor y, por lo tanto, exigía saber qué era lo que había encontrado. El hombre abrió los ojos y Gabriel retrocedió de un sobresalto. Entonces la tapa de la cámara comenzó a levantarse y él quiso correr, pero resbaló y quedó sentado sobre las baldosas, mientras el hombre se sentaba, con todos los cables aún conectados al cuerpo. Observó a Gabriel durante un largo instante con una expresión grave, a la vez que analizaba a su compañero.

-¿Eres… humano? –le preguntó a Gabriel.

-Por supuesto, como todos los que hemos nacido en este planeta. ¿Acaso nacen seres humanos en otro planeta? –rió con ironía-. ¿Por qué me lo preguntas? ¿Acaso perdiste la memoria y no recuerdas de qué metrópolis eres?

El hombre se quedó en silencio mientras observaba el lugar e intentaba quitarse los cables que firmemente se le clavaban a la piel. No había caso de tirar para intentar librarse de ellos. Miró a Gabriel una vez más, comprobando que ambos eran similarmente humanos.

-¿En dónde estamos?

-En un hospital… o clínica, o algo así. Creo que en la sala de cuidados intensivos, por eso estamos alejados de los demás. ¿Puedes recordar lo que te sucedió?

-Me llamo Andrés. ¿Tienes nombre también?

-Por supuesto, me llamo Gabriel. ¿Por qué me lo preguntas de esa forma, como si fuese un bicho raro? Te entiendo de que te hayas encontrado con robots o que todo sea distinto a tu metrópolis, pero no me trates como si fuese algo extraño.

-Eres extraño, Gabriel.

-¡No lo soy! ¡Tú lo eres! ¡Tú andas preguntando cosas estúpidas! Tú debes estar loco y por eso te trajeron aquí para ver si es que se te pasaba.

Andrés se largó a reír mientras pasaba su mano por los panelas de la máquina y comprobaba el material de los cables.

-Realmente, no lo puedo creer. Esto parece irreal.

-Me estás asustando, Andrés. ¿Es que acaso me estoy perdiendo de algo?

-Acércate un poco.

Gabriel de acercó a la cámara y Andrés le tocó el brazo. Luego comenzó a tirarle las mejillas.

-Eres real.

-Deja de decir eso; sé que no soy un robot.

-No podría saberlo así como así: la tecnología permite disfrazar cualquier cosa de lata en un saco de piel humana.

-La máquina no me quiso indicar cuál era tu planeta de procedencia. ¿Hay algo secreto en ello?

-No sé; siquiera sé si saben que estoy acá. Aunque… no, ellos me enviaron. No sé cuándo.

-¿Cómo se llama tu planeta?

-Ah, la Tierra. ¿Cómo se llama éste? ¿Es un planeta, cierto? Ya, sí sé que debes ser un alienígena oculto bajo ese disfraz. No te preocupes en mostrarte como eres; no me voy a asustar.

-¿Alienígenas? Eso son sólo cuentos…

Gabriel palideció al oír el nombre de un planeta que nunca antes alguien le había mencionado. Aunque su más reciente libro hablaba de un planeta extraño, cubierto casi en sus tres cuartas partes por agua y con una población que había comenzado a hacer insostenible la vida. Pero eso sólo era ficción, sólo era literatura, sólo fantasía.

-La Tierra

-Sí, el tercer planeta del sistema solar en la Vía Láctea.

-Me dan risa tus comentarios, Andrés. La Vía Láctea es sólo un cuento para niños, me extraña que no te hayan enseñado que es mentira. Me hablas de los cuentos que he estado leyendo. ¿Acaso eres de Valparaíso? –Gabriel dejó de lado la ironía, para pensar en una respuesta más seria.

-¿Cómo sabes de ciudades de la Tierra? ¿Has estado allá en alguno de tus viajes OVNI?

-¡No soy un extraterrestre!

-Ya lo creo…

-¿Existe ese tal Valparaíso y esa tal Tierra?

Se encendieron las luces del pasillo y un grupo de hombres vestidos de color azul ingresó corriendo, interrumpiendo, de golpe, la conversación. Tomaron a Gabriel por los brazos y lo arrojaron al suelo mientras se acercaban a Andrés, con guantas y mascarillas para observarlos. Lo obligaron a recostarse nuevamente y lo inmovilizaron, para acercar un bisturí a su pecho. Se oyó un grito de dolor, ahogado bajo una mano que lo intentaba acallar.

1 comentario:

Yo.- dijo...

posteo para q no digas q nadie lo hace
pq ya te dije too lo q pensaba de ese cuento