lunes, 5 de noviembre de 2012

El verdor de Marruecos

El verdor de un silencio,
el silencio de un horizonte,
el horizonte más allá de un mar,
un mar incierto y nuestro,
nuestro como los sueños,
los sueños de un futuro que llega,
que llega con el viento,
el viento que silba palabras inexactas,
inexactas como la existencia.

El verdor de un Marruecos que duerme en el horizonte
con las luces de Tánger inquieto
y la velocidad con que cruzamos sus calles:
el enigma, el misterio, la historia que se esconde,
esas palabras que no entendemos.

El misterio de un continente descubierto
por un tiempo tardío,
por una idea quizás equívoca.
El misterio de una mirada diferente
cuya historia, en el fondo, no puede ser tan distante.

Ruido de trenes que avanzan en el infinito,
voces que cantan una historia milenario,
milenios de colores y sabores,
sabores aferrados a un presente de magia,
magia que sobrevuela los techos,
los techos del desierto de Marrakech. 

El verdor de una carretera en el desierto
y de una historia incierta,
de sonrisas, de sueños,
de temores, de cantos,
de sabores a seda,
de un encuentro que excluye el lenguaje.

Fotografía: Carretera de Marruecos, rumbo a Tetuán.

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