martes, 13 de agosto de 2013

No me atrevo a decir

Ayer me llamó la atención una persona que fue capaz de hablar, sin temor a lo que pudiera suceder. Claro está que esa persona está segura de que su puesto no será modificado y que, en definitiva, decir lo que pensaba no hubiese resultado un mayor problema, sin embargo, el hecho no deja de ser destacable ya que muchos nos vimos beneficiados por sus comentarios, dentro del ámbito laboral. Dentro de esa admiración que siento por aquella persona, debo manifestar mi propia molestia e incertidumbre ya que también hay muchas cosas que yo quisiera decirle a la vida, pero que no me atrevo. Y no es tan fuerte el hecho de no atreverse, sino que sentir que no puedes por temor al futuro. 

La autocensura es casi tan fuerte como la censura social: hay tantas cosas que quiero decir, pero que prefiero callar porque incluso este espacio podría ser rastreado. Quizás hablar en claves, metáforas, como alguna vez hice. Solo sé que a ratos me dan ganas de mandar todo a la mierda, vivir un poco de esa incertidumbre adolescente y dejar, de una buena vez, todas esas cosas que no me hacen sentir tranquilo. Hay una situación en particular que me incomoda y que no sé cuánto tiempo más pueda ser capaz de tolerar, quizás dos años, quizás tres... pero de ninguna forma sería capaz de tolerarlo por toda la vida. El hecho de pensar en esa posibilidad me produce depresión ya que me hice sentir estancado, estancando en un momento en el cual, definitivamente, no estás desarrollando todo tu potencial. 
 
La diferencia entre el "intentar ser" y el "ser" radica en sentirse capacitado para convertirse en eso que se busca, pero ahora, me siento totalmente imposibilitado porque, nuevamente, estoy dudando de haber tomado el camino correcto. Dicen que la vida siempre te da señales cuando algo no va bien y creo, en este caso, es muy fácil darse cuenta de dichas señales: no me parece casualidad que sea la única cosa que me desagrade. No me parece casualidad que, lentamente, eso ya se esté empezando a notar. No me parece casualidad que me desagrade tanto que mi cara ya no disimule mi molestia ante ciertas situaciones que me parecen, francamente, injustas. Y no se trata de ser egocéntrico ni autorreferente, pero por más que intento proyectarme, mi meta comienza a achicarse. Y es que los capricornianos buscamos tener metas concretas: en estos momentos, mi meta es alcanzar esa potencia y no dejarse estancar. ¿Cuánto tiempo tomará eso? Tengo miedo de cuál pueda ser la próxima señal.

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