viernes, 7 de diciembre de 2012

Días de diciembre

El mar, del cual disto unos 20 kilómetros aproximadamente, se ve tan azul bajo la calurosa atmósfera que -según tantas prediciones científicas, semi científicas y pseudocientíficas- pronto explotará de sus campos electromagnéticos para traernos oscuridad. Nada se sabe de lo que podría ocurrir ese temido 21 de diciembre y tampoco le creo a las típicas películas de gringos en que siempre salvan al mundo, o bien, siempre se salvan ellos cuando es el fin del planeta: cosa extraña, porque si ellos también son parte del planeta entonces nadie se salva, acaso son seres que no pertenecen a la humanidad... ¿o es muy tonto lo que estoy diciendo? Un viaje en metro por los alrededores de Caleta Portales dan ganas, realmente, de sumergirse en ese mar que ha sido testigo de tantas historias y que seguirá siendo el escenario de otras muchas más. 

Días de diciembre con esa inseguridad de eso que está por pasar, de esas nuevas aventuras que comienzan pasada la medianoche del último día de este mes esperado y temido, como ya mencionaba anteriormente. Es inevitable, producto de la psicosis colectiva, pensar que cualquier cambio o cosa extraña está asociada al fenómenos frente al cual podríamos enfrentarnos: lluvia en diciembre en algunos lados, nuevos y fuertes terremotos a lo largo del mundo, cambio climático y desfase de las estaciones y esa extraña sensación de que el tiempo no acaba cuando quisieras que pasara volando. En realidad, eso último es más bien personal, sumado a la ansiedad de noviembre, en que tenía ganas de comer pizza y empanadas de queso durante todo el día. El estrés, el cansancio: nadie dijo que sería fácil lidiar con una práctica profesional poco grata, una tesis genial -pero mentalmente agotadora- y comenzar a trabajar de manera inmediata. Nadie dijo que el cuerpo no pediría descanso en algún momento y que ese instante está llegando cuando el calor te dice que se vienen las vacaciones que deseas y mereces. Vacaciones que traen consigo el término de procesos y el inicio de nuevas incertidumbres. 

Días de diciembre, de calor y de brisa tibia, a veces un poco magnética con ciertos sutiles ecos de voces subterráneas que, quizás, querrán entregar algún mensaje que cuesta entender. Días de diciembre en que te das cuenta que las estaciones van pasando y que, finalmente, todos avanzamos hacia la luz.

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