jueves, 6 de septiembre de 2012

Viaje a una estrella

En la oscuridad del silencio comienzan a dibujarse las siluetas vibrantes de los cerros que se elevan, que se forman, desde los cuales comienzan a surgir los ríos que llevan los mensajes en dirección hacia la urbe. Desde la cima congelada y cubierta de nieve donde los astros aterrizan, nacen las historias que vagan confusas por sobre las nubes, se entremezclan con los halos de luz que cada noche descienden sobre la tierra y que solo pueden ser captadas por las miradas inocentes de transeúntes nocturnos que se duermen a la deriva del cerro, en busca del secreto. ¿Cuál secreto? El tesoro mismo de la existencia y de las voces de las almas que desfilan desde el cerro, que se pintan de colores, que saltan y bailan a través de los arcos iluminados que avanzan sobre nuestras cabezas.

Y la noche no se acaba, la noche es eterna. La noche se llena de estrellas que pintan el cielo con miradas provenientes desde otras galaxias, desde otros tiempos, desde otras percepciones del universo. Cosmovisiones son miles, perspectivas también. En medio de la nada, se elevan la mirada y la urbe se hace pequeño, allá arriba, allá a lo lejos, desde donde el mar parece una odisea proveniente desde el horizonte, allá donde las luces comienzan a elevarse y los astros se convierten en las palabras que se unen a los pensamientos. Allá vamos, más arriba, el cielo es un gas que se congela y se te pega en las manos, allá donde las miradas de las otras galaxias se confunden con la existencia del cuerpo que cambia de forma, de color, que es capaz de percibir sensaciones que en tierra ya no podía. Los espirales rodean los cuerpos, lo iluminan, renuevan la piel. Las galaxias son diversas y los planetas que quedan de un lado parecen puntos en medio del inmensidad. 

En el horizonte, ya se comienza a vislumbrar la estrella.

1 comentario:

E dijo...

a veces me pregunto por qué