jueves, 26 de junio de 2008

Light

Hacía poco (en realidad, como 3 semanas), tuve una clase en la cuál se nos habló de la importancia que tiene para el cuerpo humano el hecho de saber respirar correctamente y su influencia en la conservación de nuestra voz a lo largo de nuestra vida. Fue inevitable recordar ciertos personajes ancestrales y vetustos cuyas voces parecían ser un susurro que ya no podía dar más, que en cualquier momento se pondría sobre su cabeza un “requiescat in pacem” para concluir con la historia. Y claro está, también, que uno se pone a pensar que llegará un momento –esperado o inesperado, quién sabe- en que también nos convertiremos en esos seres llenos de experiencia (espero) y, probablemente, nuestra voz también se vea perjudicada.

Anyway, el pensamiento que surgió en mí en ese preciso momento fue una ola pesimista que acabó cuando al fin me pude volver a reír, que fue al poco rato: ¿Dónde está esa anhelada libertad del ser humano de vivir sin preocupaciones? O sea, hasta para ocupar nuestro propio cuerpo es necesario saber las consecuencias de sus actos (seguramente en los tiempos primitivos debió de haber una excesiva natalidad por no saber las consecuencias del mejor de los placeres humanos), pero lo que no pudo sino dejarme atónito fue el tema de la respiración. Yo que creía que era una de las pocas cosas involuntarias, gratuitas y poco dificultosas que el ser humano podía realizar día a día… claramente, me equivoqué.

Pese a que es poco lo que recuerdo –fue poco lo que entendí de “la caja” que se forma al respirar (¿?)-, no era esa mi finalidad cuando me senté a escribir un rato. Ocurre que, de un momento a otro, vuelvo a mi ideal “simplista” de que si no supiésemos nada, seguramente seríamos mucho más felices: simplemente que actuáramos de acuerdo a lo que el contexto nos permite o nos señala. Sería mucho más fácil, ¿o no? Tal vez me moriría joven y feliz de haber vivido sin todas las limitaciones que uno se va autoimponiendo porque “te hace mal” o “te acorta la vida” (o “puede producir hijos”). A veces quisiera vivir en un mundo complemente “light”, como las aves que vuelan tranquilas en el aire. Kant me reprocharía mi pensamiento al decirme de que es necesario que uno pase a una mayoría de edad de la razón para que el resto no tome las determinaciones por mí, pero creo que es tan fácil que alguien siempre fuera mi tutor. Un mundo eternamente fácil… sería genial.

Pero luego de divagar un breve momento –porque tengo que seguir estudiando y “aprendiendo cosas” que pretendo me hagan ser más feliz durante el resto de mi vida-, es inevitable darte cuenta de que saber es un deseo innato del ser humano. Hay que afrontar la realidad… y es necesario conocerla para poder subsistir: entenderlo todo, definitivamente, me haría mucho más feliz.