jueves, 23 de febrero de 2012

Bajo cero.

Abrimos los ojos en medio de la nada. El camino estaba completamente cubierto de nieve y los vehículos, detenidos. No podíamos avanzar hacia ningún lado y la tormenta parecía no tener fin: los copos de nieve cubrían nuestras cabezas y, lentamente, seríamos un cubo de hielo más flotando a la deriva entre nubes que dificultaban nuestras miradas. ¿Dónde estaba la ciudad? Quizá estaba a varios metros bajo nuestros pies, congelada, con el resto de una civilización muerta que ya no sería más que parte del recuerdo. ¿Cuánto tiempo bastaría para que todo volviese a la normalidad? Un segundo, un instante, un minuto o despertar de una pesadilla. 

Nos bajamos del vehículo sin mucho que decir, sin mucho que pensar. La temperatura ambiental debía ser algo así como -15º, la temperatura más alta en meses. ¿Qué ibamos a hacer? La tierra no volvería a ver las temperaturas sobre 0º. Las estrellas que se congelaban iban a dar sobre nuestras cabezas y vi a varios de los nuestros caer bajo la nieve para desaparecer. Las luces en el cielo eran invisibles... qué más íbamos a hacer: no sabíamos. Nunca lo supimos. Nos fuimos llenando de nieve, congelándonos hasta desaparecer. Pronto, el camino también fue una historia de tantas.

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