Luego de pegarse un tiro en la cabeza, despertó en la playa con la marea que subía. El agua le llegaba hasta la cintura y tenía toda la ropa llena de arena: seguramente había sido el viento el encargado de arrastrar su cuerpo hasta ese lugar. La ciudad estaba completamente iluminada desde lo más bajo hasta la punta del cerro: allá en la cima se observaban algunas luces extrañas que a ratos se encendían y a ratos se apagaban. Probablemente, sería aquella búsqueda extraña con la cual no darían o, quizá, habrían encontrado el tesoro que dicen que solo "alguien puro" podría encontrar escondido tras los cerros de Valparaíso. Quién sabe.
Se acomodó en la arena y vio que el mar estaba extraño, con un color tempestuoso que auguraba la tormenta que, en el fondo, no sabía si debía importarle o no: ¿acaso las inclemencias del tiempo afectarían a espíritus cadavéricos como él? El agua comenzaba a escarcharse y del cielo caían trozos de hielo que iban cubriendo la playa. Solo la playa, solo el silencio de la ciudad que a cada instante, parecía renovarse con el agua que venía de todos lados. Desde ese lugar, pudo divisar el barco que flotaba a la deriva, casi a punto de chocar con el muelle.
- ¡Cuidado, hombre, no vayas a chocar con el muelle! Me trae demasiados buenos recuerdos como para que lo destruyas por una estupidez.
El barco se detuvo a pocos metros de la estructura. El cielo oscurecía cada vez más. Alguien se asomó a la cubierta del barco para luego lanzarse al mar. Nadó hasta llegar a la orilla: era un marinero envejecido por el exceso de ron y los azotes del mar. Su rostro enrojecido por el sol escondía la nostalgia de una historia olvidada. Sí, era un fantasma más, de esos que navegan dentro de las botellas que llevan mensajes de un continente a otro. Lo observó acercarse y pisar la arena. Llevaba una pistola en el bolsillo con la cual lo apuntó.
- ¿Vienes conmigo o esperas que se me escape un tiro?
- Yo ya estoy muerto, no es necesario que pierdas balas.
Soltó un disparo que le hirió el hombro. El problema fue que, efectivamente, le dolió. Pero, ¿cómo iba a dolerle si ya estaba muerto? Empezó a recordar lo que había sucedido: la pistola, el vaso de agua con alguna sustancia alucinógena. ¿El disparo? ¿Qué disparo? Se llevó la mano a la cabeza y vio que no tenía ninguna herida. Observó con temor al marinero que se mantenía firme en su posición.
Amanecía a eso de las 7 de la mañana y las huellas avanzaban hacia las olas que reventaban en la orilla.
3 comentarios:
Bueno, muy bueno, está justo.
No se si yo soy el violento o que, pero me agrada y me gusta(falta el meme de "me gusta").
recuerda el encargo que tenemos, igual he pensado en algunas cosas.
xau
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