Es el pasado que vuelve a tocar mi puerta, desde una manera silenciosa y un poco temerosa, mirándome de reojo con intenciones de decir algo más, pero atento a las palabras y miradas adversarias que yo pueda darle, atento a cómo someterse ante mi régimen dictatorial entregado por el poder que la razón me ha dado en el tiempo. Razón, ¿qué razón? Si el pasado que vuelve me quiere decir que todo error siempre ha tenido una solución que no cuesta tanto, sólo un poco de tiempo, sólo un poco de tu parte, sólo un poco de mi parte, sólo un poco de tiempo para escuchar eso tan importante que sé que puedo oír: tal vez sea lo que quiero escuchar, tal vez no, pero creo que ya es el momento de limpiar la mancha de aquella página que escribí sin darme cuenta y que ahora no quiero arrancar. Creo que es parte del libro de mi vida y ahí está para quedarse, ahí está para demostrarme que he crecido, ahí está para demostrarme que en algún momento fue una sonrisa... ¿puede volver a serlo?
Quiero creer que sí; estoy dispuesto a trabajar porque así sea. El pasado golpea a mi puerta y, ¿debo hacer oídos sordos? Una vez más peco de incoherencia, pero siento que es lo mejor. Será un respiro, será un alivio, tal vez una lágrima, un abrazo, una palabra, una sonrisa... seguramente volverá a ser una sonrisa y una página muy bien escrita, releída y subrayada; una lección de vida que perdura.
Sí, eso es lo que quiero.
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