viernes, 8 de agosto de 2014

Ver


 Fotografía (por mí): Paseo Ascensor Reina Victoria, Cerro Concepción, Valparaíso.

Es fácil perderse en un laberinto de condiciones inequívocas, a veces, insoslayables. Es fácil perder el sentido y descubrirse contando las piedras que han caído alrededor de ese camino circular que has recorrido por días, por semanas, por años. Es claro: la vida es un espiral y muy posiblemente eso que sucede ahora podría volver a suceder, pero en esa misma búsqueda quisiéramos encontrar las respuestas que teníamos al principio del camino. Ahora que las suelas de los zapatos se ven desgastadas, quisieras empaparte una vez más de todas las motivaciones que tuviste para comenzar a caminar.

No es fácil soñar. No significa cerrar los ojos y dejar que las imágenes vengan a tu cabeza, el sueño es mucho más que un acto involuntario, producto de un momento de lucidez. Los soñadores son los que abren sus alas y se pierden en el mundo, pero descubren todas esas almas que deambulan en callejones secretos. Tenemos la llave para ingresar a nuevos mundos, para romper las reglas de distintas dimensiones, para cruzar de un lado a otro casi sin pedir permiso. Tenemos el poder de llegar lejos, de aparecer y desaparecer, de crear y de destruir. Tenemos la llave, tenemos las señales que debemos seguir.

Por eso, en el silencio, el forastero se sienta a observar el color de ese mundo que le es nuevo. Es un alien inserto en una civilización extraña, que tantas veces lo aparta, señalándolo como un ser que involuciona. ¿Qué es la evolución? Se cuestiona una y otra vez, sin encontrar una respuesta. Y observa sus zapatos, ya casi inexistentes. Alguien se detiene a observar las huellas que han quedado marcadas en el cemento, que ha secado hace ya tiempo. Sonríen: pocos son capaces, realmente, de ver.

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