domingo, 10 de agosto de 2014

Experiencias escatológicas

Nunca he tenido demasiado temor a los espacios públicos, es más, creo que suele frecuentarlos por el aire libre que se respira. Claro, hasta que ese punto de lo público empieza a cuestionar lo que considero privado e íntimo: necesidad fisiológicas básicas tales como ir al baño. Ese momento nefasto en que te das cuenta que "natura llama" y vas por la calle, intentando localizar mentalmente el lugar más próximo en el cual puedas deshacerte de eso que ya no necesitas. Hay gente que realmente tiene miedo de los baños público, si bien no es mi caso, creo que cada vez empiezo a acercarme a ese espectro.

El día viernes andaba por la avenida Valparaíso, luego de haber paseado durante prácticamente toda la tarde. Caminé de aquí para allá, de allá para acá y varias vueltas, por lo tanto, es lógico que con tanto revoltijo el organismo mueva todo su interior para eliminar desechos. La caminata es saludable, precisamente, porque dentro de sus beneficios se encuentra eso de favorecer la evacuación. Dicho y hecho, me invade el deseo y pienso que lo más cercano es el baño público ubicado en la calle Villanelo. Siempre me ha resultado curioso ese baño ahí en medio de todo, pero resulta una opción bastante útil y salvadora. 

Pagar por un baño público no me agrada del todo, pero al menos asegura que puedo exigir condiciones salubres mínimas. Por una cifra de $270 (la última vez que fui, salía $250, la inflación causa estragos para ir al baño) el ingreso es inmediato. O eso es lo que te dicen. Un baño pequeño con un par de urinarios y algo increible: fila para poder utilizar el wc. ¡Fila! Eso que las mujeres siempre ocupan como excusa para demorarse demasiado. Y para peor, una persona que parece estar con problemas estomacales prolongados. Mientras mi esfinter presiona, me entero de la conversación de dos personas que se encuentran y se ponen a hablar de negocios: uno de ellos espera por el baño. Hablan de dinero, de inversión e intercambian sus números, mientras yo deseo que se apuren. ¿Acaso el baño es un lugar para hacer convenciones? Curiosamente, sí. 

Lo siguiente es estar en el primer puesto de la fila. Ruegas que se apure, quizás el tipo tenga compasión porque el también estaba aburrido de esperar. Es la primera vez en mucho tiempo que me demoro tanto tiempo en el baño, más encima en una fila que se ve desde la calle. O sea, todo el mundo se da cuenta de mi cara de urgido. Sentir que el rollo de confort gira abre tus ilusiones, sentir que el wc funciona y el agua corre, hace que tus ojos brillen de emoción. Ahora que el hombre abre la puerta y sale, ya estás feliz, aunque el cuestionamiento inmediato es: ¿cuántas personas habrán puesto su trasero en ese mismo lugar? ¿Cuántas bacterias quedarán ahí? ¿La tabla estará tibia? ¿Estará limpia? Mi obsesividad me obliga a limpiar antes de sentarme, pese a que estaba aparentemente limpia. Mi intimidad se reduce al contacto con varios otros traseros que ya han tocado ese mismo lugar para hacer lo mismo que yo... mandar el mundo a la mierda, literalmente.

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