viernes, 24 de octubre de 2008

No me des la razón

No me des la razón, te lo digo por tu propia seguridad. No mes des la razón aunque tengas la más absoluta certeza de que la tengo, no lo hagas por tu propio bien o tendrás que asumir las consecuencias de haberme dado ese poder incontrolable que ahora me hace acreedor del mundo y de mil verdades escondidas que antes sólo eran fruto de mi observación y mi molesta; de mi mala experiencia y de la tristeza que en algún momento me hizo ver el mundo gris. Puede que de un momento a otro me sienta un Dios capaz de modificar el camino y las especies; un Dios al que muchos querrían adorar y apoderarse del verdadero culto para apoderarse de todas tus acciones y ponerlas en su propia favor, olvidándose de su motivo inicial. Todo esto podría suceder si de un momento a otro me dices que sí, que sí tengo la razón y de que mi forma era la mejor; que pese a que era cierta, nadie más la había podido ver y ahora que tú también la sabes, me dices que en realidad era un vidente. Ten cuidado, si me otorgas el poder de la verdad puede ser tan nefasto que el mundo puede comenzar a girar en dirección contraria.


No, no me des la razón aunque yo te lo diga una y otra vez, aunque sepas que lo que te digo es verdad, aunque mi vaticinio sea 100% certero y de que lo que diga se cumpla. Dime, tal vez, que sólo fue una coincidencia y de que mi estoy volviendo un demente, de que lo que digo son sólo estupideces de un ser corroído por las deseos que le arrebataron cuando quiso ayudar a una humanidad que no piensa más que en sí misma y que difícilmente pensaría en ayudarme de vuelta. Dime que es sólo una forma de ver el mundo y que puede que me esté equivocando. Aunque sé y sabes que lo que digo es verdad, aunque también has comprobado que lo que yo decía era cierto.


No mes des la razón, no me des el poder de tener la verdad, no me des el poder de ser un pseudo Dios automático con forma humana, no me des del poder de decir que sabía lo que iba a pasar. Dime que fue sólo coincidencia: no me des el poder de saber que lo que ya pensaba era una realidad porque, pese a saberlo desde siempre, no pude intervenir para que eso no ocurriese más.

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