martes, 24 de marzo de 2015

Encuentro

La observación persistió durante algunos instantes, era necesario captar cada detalle por muy pequeño que fuese. Se mantuvo en silencio a la espera de cualquier movimiento que, durante un tiempo prolongado, se remitía al vaivén del diafragma que se proyectaba tras su sombra. Era inevitable poner atención al extraño e inusual tatuaje en la planta del pie, algo que pocos se atreverían a hacer. Tuvo la intención casi instintiva de tomar un teléfono y llamar al resto del equipo para avisarle de que estaba próximo a cumplir la misión, pero el resto del equipo no existía. La soledad era su más fiel compañera en cada una de sus incomprendidas andanzas. Siempre era difícil lidiar con uno mismo.

Un movimiento encendió el estado de alerta al instante en que la sombra se levantaba y sacudía la toalla. Observó con más detalle el cuerpo de la víctima: era perfecto. Pensó en la carne, en los huesos, en los músculos, en las venas y en el flujo de sangre. Sus miradas coincidieron varias veces de improviso, sin darse cuenta. La sombra se alejó, dejando huellas que desaparecerían rápidamente tras la espuma. Se acercó corriendo, sin darle tiempo a decir nada. 

Cuando abrió los ojos, yacía sobra la mesa de disección junto a un paraguas roto y una máquina de coser a medio funcionar, a punto de clavar sus púas sobre la piel blanca y limpia cuya inusual marca se reflejaba en el espejo.


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