Me duele el paso del tiempo y ver que las cosas van cambiando. Sí, aunque suena una incoherencia considerando que he dicho varias veces que estoy buscando que las cosas sean diferentes, pero me duele cuando sucede con algunas que quería que se mantuviesen inmutables. Así como el signo lingüístico, la vida tiene cosas que se mantienen y otras que no y, en teoría, es fácil de entender. Me siento como un extraño dentro de un mundo en el cual cada vez tengo menos cabida, donde cada vez me empiezo a sentir más solo.
Extraño esas salidas de fin de semana a caminar por Valparaíso, cuando no tenía miedo de ser asaltado y pensaba que la vida no era un riesgo. Hacerse viejo implica sentir miedo, querer encerrarte en tu casa y pensar en tener todo controlado, ¿no es así? Cada vez me cuesta más escaparme del "espacio de comfort" y arriesgarme, pese a que lo he hecho en este último tiempo y, en ese sentido, puede que esté un poco más relajado. Pero el ritmo de vida hace que las personas se distancien por uno u otro motivo. Eso es lo que me duele, que cueste tanto coincidir y, además, que haya personas cuyo proceso sea el motivo del alejamiento, de manera inevitable. La gente evoluciona de manera diferente y otros, al parecer, no quieren evolucionar.
Es triste sentir ese vacío y es un proceso que me ha costado un poco. Más que nunca quisiera tener el tiempo para poder desaparecer dos días enteros, sumergido en literatura. Ya quiero que llegue ese momento en que mi proceso creativo sea el sustento y no deba alimentar otras ilusiones que no sé dónde van a llevar. Es hora de aprender que la gente realmente importante es muy poca y, en el camino, parece que el número se va reduciendo.