Hace algunas semanas que vi el resfrío merodear mi puerta y por más que golpeaba, le dije que no había pan duro y que, por lo tanto, debía retirarse... y joderse. Pero el que la sigue la consigue, dicen por ahí, y acabó logrando su cometido: heme aquí acostado a las 21 horas, abrigado como anciano y sonándome cada cinco minutos. He de confesar que se trata de un gran avance si consideramos que anoche me desperté en reiteradas ocasiones por la imposibilidad de respirar, mientras invocaba a toda la familia de este señor Resfrío que bien inoportunamente se le ocurre venir a darse una vuelta. Es inevitable la paranoia en estos momentos, sobre todo si se considera que puede ser síntoma de una gripe humana o alguna de esas cosas que el mercado inventa para que vayamos a comprar medicamentos a alguna de las farmacias que se asientan en cada esquina. ¡Qué negocio, si cada vez que tipeas un caracter en google, ya nace una nueva farmacia!
Las vías del contagio son tan misteriosas como el tiempo de espera del siguiente tren en el Metro Valparaíso y entre tanta escritura ya me he sonado otro par de veces. El mentolatum ha disminuido considerablemente y en el papelero continúa aumentando la montaña de pañuelos desechables que aumentan mi culpabilidad respecto a la deforestación del Amazonas y el calentamiento global, mientras considero que la opción de aprender a reciclar papel parece ser la mejor forma de pagar todos mis pecados luego de esta práctica profesional que, al parecer, hasta me ha hecho perder algo de peso que, claramente, podría recuperar rápidamente a diferencia del tiempo que ya no volverá. Pero todo es una experiencia, todo es un aprendizaje en la vida: ya me decía mi mamá que, muchas veces, aunque no hayas podido dormir nada producto de un virus, debes acudir de igual forma a trabajar. Qué terrible es pensar en aquellos inquietos adolescentes, ávidos de conocimiento, con un profundo interés por aprender (sí, claro) que no comprenden que no puedes gritar por tu resfrío, pero te hacen descubrir que el potencial de tu voz es sorprendente: si alguien pensaba que hacer clases en básica era más fácil, creo que está equivocado.
Virus y bacterias que avanzan como pacman, devorando mi torrente sanguíneo y apoderándose de mi cuerpo al cual le quieren quitar el oxígeno, pero no lo lograrán tan fácil... ¡ja! porque he tomado, hasta el momento, dos tapsin caliente noche y unas cuantas agüitas de hierba, sumado a la empanada de queso curativa de ayer y el sushi medicinal del día de hoy. Agua, agua y más y más litros de líquido que me hacen correr al baño cada cinco minutos y ganarme alguna broma simpática no-tan-simpática-quizás de algún colega que me dice "puta, que estamos cagados" y tu única respuesta es una mini sonrisa, porque a ratos se te vuelve a tapar la nariz y ya no quieres revisar ni una jodida prueba más. Ay, ay, ay.
Y, al finalizar el día, tomas la decisión de que tu día viernes será de encierro para que los bichos mueran calcinados en el efecto Lysol. Viernes de antaño carrete convertidos en un anciano que adora dormir hasta tarde. Simplemente, en estos momentos, espero que ya se ponga a llover.
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