Cuando se elevaron las alas, las montañas más altas quedaron a nuestros pies en cosa de segundos. Éramos gigantes que cruzaban el cielo a la velocidad de la luz, dejando una estela tras nuestro vuelo que aspiraba a alcanzar lejanías insospechadas: éramos más rápidos que una milésima de segundo, más rápidos que el movimiento neuronal de nuestros pensamientos, más rápidos que el tiempo. Miramos alrededor y divisamos un paraíso, como aquel que dibujamos tantas veces en las paredes de tu habitación cuando el arte inundaba nuestros corazones acelerados por el tacto, por el beso, por el respiro, por el silencio. Por las caricias.
Era ese paraíso que tantas veces dibujamos sobre nuestras pieles y que, en más de alguna ocasión, el descuido nos llevó a dejarlo plasmado en algún recuerdo físico que solo nos llevó a sonreír más. Y al final, estamos ciertos de algo: dos cuerpos siempre pueden llegar más lejos que uno solo. Dos cuerpos conectados se potencian en locura, en sentimiento, en ensoñación. Dos cuerpos unidos disminuyen el miedo, lo transforman en alegría infinita. Dos cuerpos, caricias: tú.
Fotografía: Mirador Cerro Barón, Valparaíso.
1 comentario:
#Confieso que me reí con el inicio del segundo párrafo xD
Te amoooooooooooooooooooink!
Publicar un comentario