Este fin de semana tuve la visita de Charles, un amigo francés que tuve la suerte de conocer durante mi estadía en Albacete en aquel semestre de intercambio que me llenó de buenos recuerdos y momentos. Es extraño ver cómo pasa el tiempo y que, en un abrir y cerrar de ojos, ya han pasado dos años desde aquel instante que esperé por mucho: a veces echo de menos un poco esa sensación de espera, la sensación del viaje, de lo nuevo y, por lo tanto, me motivo a terminar pronto mi carrera y continuar la senda de recorrer el mundo.
Fue una visita que me sorprendió por lo rápido que se pasó el tiempo desde que me comentó que venía a Chile y que acordamos que vendría a mi casa por el fin de semana. Volví a ser turiste por un fin de semana y me olvidé total y profundamente de mis deberes académicos lo que si bien tiene consecuencias me hizo bastante bien en estos instantes en que la práctica se constituye en lo más apestoso que me ha tocado sobrellevar desde que ingresé a mi carrera. El tiempo es poco, pero es bueno mandar todo a la mierda por un instante para vivir: recorrer Valparaíso durante todo un fin de semana, ver el mar, la luz de los cerros, de la gente, recordar historias propias y del otro continente... un fin de semana marcado por esa sensación de viaje que esta vez no era mío, pero que este viajero europeo nos compartió por algunos días.
Comparar las ciudad y ver las similitudes o diferencias, ver el encanto propio de cada uno y descubrir que el ser humano en el fondo es el mismo, aunque con culturas diferentes. Volvió el recuerdo y la necesidad de subirme a un avión y esperar por un nuevo destino. Y quedamos de volver a vernos antes de su regreso a Francia para comentar su viaje por Chile y despedirnos. Simplemente, gracias Charles por tu visita y ya sabes que puedes volver cuando quieras.
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