Abrir y cerrar los ojos para ver que los cristales se cubren de vapor congelado de la noche fría que avanza sobre los cielos oscuros, estrellados, a punto de volver a moverse. Abrir y cerrar los ojos y encontrarse con este mes de junio a medias que avanza, más lento, con retraso quizás, con sensaciones diversas de lo que puede suceder, con resultados diferentes a lo que se quería y con más de algún motivo para deprimirse, pero miles de motivos para mantenerse alegre. Abrir y cerrar los ojos y ver que el frío se apodera de mis manos y dificulta mis letras que se golpean unas contra otras como un péndulo que va y viene, viene y va como los sonidos de alguna canción que suena a lo lejos detrás de la muralla y que, seguramente, debe confundir el insomnio de algún vecino. Y ver el mar que no se detiene en la orilla, la oscuridad que emerge desde los volcanes submarinos que de vez en cuando rugen como las nubes que sobrevuelan mi ensueño. Y, de a poco, me congelo. De a poco se derrite el hielo y vuelvo a correr: de a poco se concluyen procesos que vi tan lejanos.
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