Aunque parezca increíble, llega el momento en que comienzo a contar los días para que se acabe el semestre, pero no cualquier semestre, sino el último. Sí, el último semestre como estudiante universitario de pregrado: un mes para presentar la tesis, acabar la práctica y poder salir feliz de decir que tengo título y soy "profesional". Ahora, no empezaré a divagar respecto a que es ser profesional y toda esa bosta como la ayudante del inservible ramo de educación: "Dimensión profesional de la pedagogía", asignatura que no me sirvió de nada más que para aprender que "la escuela es un barco": dígame, usted, qué demonios es eso. En fin... solo queda intentar disfrutar lo que queda, dormir poco, trabajar a full y prepararse para lo que viene.
Y,quizás para hacer una analogía de lo que podría ser este semestre, me vengo un fin de semana a Santiago a ver el caos de la metrópolis más grande de Chile, a luchar por un espacio en el metro, a pelear con la gente que cree que la calle es suya, a ver la inmensidad caótica de una urbe que bien puede asemejarse con todas las cosas que debo hacer. Así como acá soy capaz de correr de un lado a otro, debo ser capaz de cumplir con todo. Y estoy seguro que podré. Allá vamos.
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