Hace el silencio, hace la canción, hace la música que se transforman de un momento a otro en un gran torbellino, con baile, música y color. Arden las mentes cuando comienzan a pensar y dibujan siluetas inertes de neuronas que ya se agotaron, que se apagaron luego del incendio provocada por su intento de ficción, son inertes, son etéreos, no existen. ¿Qué es lo que existe y qué es lo que no? Cuentan palabras, cuentan segundos para ver que el reloj no avanza y encontrarnos atrapados entre el espacio y el tiempo. No sabemos dónde acaba el viaje ni hacia dónde llegará el barco que se va a la deriva producto del huracán o del terremoto. Todo cambia, todo se mueve, nada vuelve a ser como antes: todo se transforma, nada se pierde. Solo cambia la forma.
Solo cambian los paisajes y los caminos ocultos, los callejones que se cubren de silencio, que se llenan de historias y de sonrisas de niños que juegan toda la tarde, que le dan el color a la ciudad. Todo es bullicio, todo es ruido, como los cantos de aquellos que celebran una tarde más. Todo es magia frente al mar.
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