Se acabó la semana laboral: suena el timbre de las 12.05 y salgo sonriendo del aula, rumbo a la sala de profesores donde debo permanecer por 10 minutos más para cumplir el horario. Día viernes que comienza a las 05.40 de la mañana cuando el reloj me trae de regreso al mundo real y me cuestiono si es que ha temblado nuevamente durante la madrugada, puesto que los remezones nocturnos ya parecen ser habituales por estos días. Otra vez no le achunto al clima y me pongo una chaqueta delgada, pero el clima húmedo de la gran Villa Alemana hacia el cerro me jugó una mala pasada otra vez. Eran las 07.30 y me bajaba de la micro: una vez más, compruebo que los choferes de la locomoción colectivo son hormonales y viajan a la velocidad que quieren.
Esta semana me ha servido para reflexionar en torno a muchos aspectos de la vida profesional y que, en definitiva, todo es parte de un aprendizaje. Ser profesor no implica que solo enseñes, sino que también te enseñen y creo que, en gran medida, es lo que estoy intentando dejar que suceda. A veces se cree que eres una máquina que no tiene pensamientos ni emociones, pero claramente los tengo y, por lo tanto, a veces también reacciono. Quizás la reacciones no sean siempre de la mejor forma, pero uno también tiene sus límites y este último tiempo me ha tenido en la línea divisoria. Hay días en que se portan tan mal que no doy más y los odio, pero también sucede que me sorprenden positivamente cuando veo que están trabajando y que algo de esfuerzo están teniendo. Resultó ser que el curso con el que peor me llevaba, ahora ponen atención: todo a raíz de una conversación en que nos dimos el espacio para escucharnos. Así de simple. No sea si eso democrático o algo por el estilo, pero me pareció increíble de que resultara y que, incluso, ahora hasta podamos tirarnos tallas de manera mutua y sin tanta maldad (la malicia es inherente, hay que reconocerlo).
Por otra parte, ver que el tiempo avanza, hay más luz y todo lo demás, hace que uno ande de mejor ánimo. ¿Será que ya no me preocupo de tonteras o que los alumnos están un poco más respetuosos? No lo sé. Esta semana ha sido extraña porque, como en todo trabajo, siempre hay alguien que se manda un condoro: en este caso, los encargados fueron los directivos del colegio que quieren descontarme por un pastelazo de los alumnos. El hecho de poner en riesgo mi sueldo por asuntos externos no me parece para nada: creo que no les agradó que acudiera y me dieron a entender que no se lo esperaban. No sé, solo exigiré hasta el final lo que me corresponde. Y continúan los descuentos de semanas para llegar a diciembre y descansar: vaya que agota, sobre todo cuando las condiciones van en contra. Ideal sería trabajar en un ambiente donde te valoren y no intenten aprovecharse de cualquiera de tus descuidos, ya esperaremos que algo mejor esté por venir.
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