Dejé el café sobre la mesa y saqué el lápiz negro para comenzar a escribir. El ruido ambiente era mucho más agradable que otras veces y ya me parecía extraño. Fue entonces cuando me encontré frente a frente con el precipicio: abrí la puerta y las nubes se agolpaban contra las ventanas, humedeciéndolas en el acto. ¿Sería una tormenta eléctrica, de nieve, de granizo? No lo sé, simplemente todo se movía como si se tratase de la casa de Up. ¡Ardilla! Por un instante, me olvidé de todo lo que estaba sucediendo y sentí que mi cuerpo se desplazaba a la velocidad de la luz por el cielo y, desde la altura, divisaba horizontes lejanos de ciudades enormes. A lo lejos, se alzaban civilizaciones en los cerros y otras se escondían debajo de los ríos. Incluso, a través de los volcanes, pude divisar sociedades ocultas que se negaban a ver la luz del sol.
Me desperté de golpe a las 6 de la mañana. El despertador ya había sonado varias veces.
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