lunes, 15 de octubre de 2012

Pensamientos en París

Cuando caminaba frente al Sena, más de alguna vez tuve la intención casi suicida de lanzarme al río. Observar los puentes que conectan la urbe me producía siempre una sensación como de estar flotando y nunca supe por qué: acaso sería la atmósfera etérea que cubría la Ciudad de la Luz o, quizás, el ruido interminable que se oía desde la lejanía de un horizonte inacabable. Siempre soñaba con el mar, pese a estar a una distancia considerable de la costa, siempre quería sumergirme en el agua y cruzar, como si fuese un barco, los brazos interminables del océano que se proyectaban hacia el interior. Pensaba, sin lugar a dudas, que las luces que se proyectaban hacia el cielo tendrían algún reflejo en algún planeta cercano o lejano, desde el cual los extraterrestres también estarían haciéndonos señas, pero sin ser vistos, como en el video de Moby.

Tomé más de algún café, pero, principalmente, bebí varios litros de agua para escapar de los 37º que cubrían ese París estival que distaba bastante de la imagen otoñal cubierta de nieve, cuando la gente se vestía de abrigos y enormes bufandas que suponían ser el polo norte. Lo que yo vi fue diferente: los globos flotando en el aire y las nubes convertidas en algodon sobre un cielo celeste tan profundo como el de un sueño. Sí, París es como un ensueño que de pronto te golpea cuando, en el metro, alguien se sube a tocar un acordeón. Cuando te quedas con los 50 céntimos que ibas a regalarle, porque el músico se bajaba en otra estación y ya estaba tan distante de la puerta que el tren ya corría en dirección a la próxima parada. Lo que yo sentí, fue que mis pies querían correr libres por el pavimento ardiendo hasta encontrarme, de improviso, con una noche iluminada en que la brisa fresca me recorriera la piel con un tacto sutil y ardiente al mismo tiempo.

Cuando abrí la cortina, caminé hacia el balcón a contar los gatos que no cantaban Non je ne regette rien, sino algún himno en su propio idioma gatuno que solo ellos podrían entender, obviamente. Me perdí en el sueño caminando por los tejados y las siluetas de las antenas que avanzaban hacia la inmensidad, recorriendo los círculos y líneas que conducían a alguna parte. Porque, al final, todos los caminos llevan a París. 

Fotografía: París (vista desde la Torre Eiffel), Francia.

1 comentario:

E dijo...

I I I wanna go go go to Paris (8)
:p

comenzar del lado de acá puede ser una buena señal