El cielo enrojecido iluminará los mares pacíficos que avanzan desde el horizonte zigzagueantes, entre corrientes que van y vienen desde rumbos diferentes, con finalidades diversas, buscando una serie de respuestas que en las costas creen poder encontrar. Las nubes se acomodan en línea, proyectando hacia las alturas las refracciones de la luz del sol: las estrellas, el universo conspirador de los sueños extraños que tiemblan de vez en cuando, que se mueven 3 metros hacia adelante y 3 metros hacia atrás para despertar, de pronto, cuando el siniestro ha acabado, y la calma nos encuentra buscando nuevas respuestas. ¿Hacia allá o hacia acá? Hacia las alturas o hacia el centro de la tierra: ¿cuál es la cláusula correcta para la búsqueda de una verdad que esperas, pero que no sabes si, efectivamente sucederá?
Veinte de Tauro y los relojes marcan las horas en slow motion, las voces de las personas de blanco ya son lentas y la sensación de encierro es agobiante: quiero correr, saltar la reja, volar algunos pisos hacia abajo cuando la voz me sale angustiosamente desde el pecho. El mar, el mar, el mar. El cielo rojo, el atardecer que avanza sobre el mar tranquilo e inquieto, Pacífico que en cualquier momento puede explotar como un disparate de aquellos. ¿Qué sabes tú del futuro, qué sabes de lo que va a suceder si el más bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son? Temor, escape, volar.
Veinte de Tauro y tiritan mis piernas en la espera...
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