Richter baila con Mercalli en un zigzagueo tenua, dubitativo, mientras navegan en lancha por el mar pacífico. Poseidón saluda desde el cielo y el oleaje aumenta lo suficiente como para sobrepasar su nivel normal; una cosa poca para mojarse los pies y nadar. Richter no sé qué dice, pero habla: la ciudad es una discoteca con música estridente mientras todo bailan, bailan, bailan. Bailan de un lado para otro y el volumen es de 8.2. ¿Dónde es la fiesta? Por aquí cerca, cerquita, camino a los pastelitos de La Ligua por la costa.
Bailas, bailemos... ¿bailaremos también? La música no invita, nos lleva porque las luces querrán danzar con el viento. Luego del baile, podremos volver a dormir agotados para despertar a un nuevo día. Richter se toma un pisco sour con Mercalli para luego regresar a dormir.
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