Pasan las horas y ves que el avance que pretendía no es tal, que sigue una cuota un tanto inferior a lo que tenías pensado. Y lo peor, es que comienzas a darte cuenta que tú antiguo método de planificación que daba resultados espectaculares, ahora está perdiendo efectividad: no sabes si es necesario dormir menos, acostarte más tarde, levantarte más temprano o dejar de lado por algún instante eso que todos llamamos como "tener vida". Desde siempre me he negado a que las actividades relacionadas con la universidad me hagan desaparecer del mundo, pero en estos momentos lo estoy viendo como una posibilidad concreta y real, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos ad portas de junio y que, con ello, se entiende que queda tan solo un mes para acabar el semestre. Ya lo planteaba ayer de que esto no es cualquier cosa, porque se trata de mi último semestre como estudiante de pregrado y que, al finalizar todo, podré sentirme orgullloso de decir que ya soy un profesional que deberá pagar las 100 lucas correspondientes para tener todos los diplomas y certificados correspondientes. Wow.
Si bien, en un primer momento nunca había sentido la carga de decir "soy tesista" o "estoy trabajando en mi tesis", esos primeros tiempos ya pasaron al olvido. Con el transcurso de los días, el tiempo que invierto en este trabajo ha ido en aumento y esto se traduce en una necesaria disminución del tiempo de muchas cosas. Aunque aún creo que puedo seguir siendo una persona que aparezca de vez en cuando, no puedo olvidarme de que la vida es mucho más allá de la universidad y siempre lo he considerado como tal. Ya comienzo a tomar conciencia de que, a la semana, las horas de trabajo aumentan. La práctica vuelve a ponerse demandante con el trabajo en clases más los trabajos que se le ocurren a nuestros profesores de la universidad, suponiendo que uno no tiene nada más que hacer que leer a teóricos de la educación que no saben nada. Es como que Jaime Gajardo me venga a hablar de educación cuando él solo se dedica a protestar porque todo está mal y, claro, él no hace nada por solucionarlo.
Y para no quedar como hipócrita -clara alusión al caballero aquel mencionado en el párrafo anterior-, propongo un aumento de las revoluciones académicas por día, menos sueño, menos vida, más computador, más lectura, más agua. Sí, el agua es un componente fundamental. Más horas de día para trabajar, menos tiempo reclamando de todo lo que tengo que hacer y, efectivamente hacerlo: lo que no implica que no lo vaya a comentar acá como vía de escape. Queda un mes y todo se acaba, por lo tanto, al igual que en la fiesta pirotécnica de año nuevo, se acerca el bombardeo final con relámpagos, truenos y ruido que estremece hasta los huesos. ¿Será lo mismo de los años anteriores en que pueda lidiar con todo de manera óptima? Eso espero: la palabra oficial del mes de junio, desde ya, será "organización". Allá vamos.
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