Recuerdo alguna vez en que me explicaron que el día miércoles se escribe con un X cuando solo anotas las iniciales de cada día, esto para diferenciarlo de la M del Martes. Dato curioso, considerando que es el punto medio de la semana laboral, algo así como el promedio. Pero a su vez, la X se asocia a esas situaciones misteriosas y enigmáticas que pueden ocurrir, quizás una sustancia explosiva (como la que da origen a Las Chicas Superpoderosas). Ahora, si agregamos XXX estamos frente a algo absolutamente subido de tono erótico y prohibido para menores de edad. En fin, toda esa gran divagación respecto a la X que en realidad representa que, finalmente, estamos a mitad de semana y que, de acuerdo a mi perspectiva laboral actual, es como que ya hubiese sobrevivido la semana, aunque cada día me convenzo que no sé qué tanto.
Y es cierto, porque cada nuevo día es una aventura, casi soy Ulises luchando por regresar a casa de manera emocionalmente íntegra, aunque a estas alturas ya importa poco: lo importante es darse ánimo de que queda poco y pronto llegarán esas vacaciones que me merezco. Es raro pensar que han sido dos años eternos que no acaban, conectados en una misma línea infinita: quizás sea ese el motivo de mi no-ánimo y "odio" contra todo lo que ha estado sucediendo en un año de decepciones laborales. Tampoco se trata de ser tan pesimista, porque económicamente no ha sido terrible (y eso se agradece, evidentemente), pero los planes eran otros y no se dio como quería. Me animo al pensar de que las cosas se valoran cuando son difíciles y que siempre hay una recompensa después de todo: actualmente, la recompensa se transforma en la ansiedad que me produce ganas de comer chocolate, manjar y empanadas de queso, por separado claramente porque si no sería una bomba para el estómago que ya está a medio morir saltando producto de algún virus estacional que amenaza con dejarme en cama.
Mitad de la semana y me siento agotado, sin energía, con ganas de quedarme durmiendo todos los días y olvidarme de mi lugar de trabajo. Con ganas de vacaciones en una playa paradisiaca con un atardecer como los de las postales de Ibiza. Hoy me agotaba al ver que había preparado una clase y que los alumnos no pusieron atención, que no les importa nada, que no valoran que quieras enseñarles, que realmente estén perdidos en la vida. Lamentable ver que es muy poco lo que puedas hacer y que por más que te aburras, continúas teniendo la esperanza de que alguno de los retos hará que entren en razón: que pueden surgir, que pueden salir de la realidad en la cual están, que pueden ser mejores. Pero soy persona y también me agoto, a veces dan ganas de decirles "ok, hagan lo que quieran con sus vidas", pero tampoco se trata de eso. Y, obviamente, cae la necesaria reflexión de cuál es el rol que cumples dentro de eso: un rol que los directivos nunca valoran y que siempre hará que tengas la culpa.
Hoy salí muy agotado -sumado a que anoche dormí pésimo, lo que creo que tiene relación con fin de año y la ansiedad- y creo que mañana seré un zombie. El viernes quizás seré un alma en pena y no quiero ni pensar en el sábado, que tengo que recuperar. Son estos momentos en que solo quiero vacaciones. Lo positivo, después de todo, es que ya sobreviví a la mitad de la semana y el resto avanza casi por inercia.
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