Me detuve más de una vez para ver si todo era cierto: a veces, producto del calor, el ojo nos engaña y comenzamos a divisar espejismos. Imágenes del más allá, siluetas extrañas que avanzan hacia nosotros como si quisieran decirnos algo, como si quisieran acercarse a hablar: como si ellos supieran algo que nosotros no. La inquieta ciudad no dormía aunque el sol comenzaba a descender en algún lugar del horizonte: el continente no estaba tan lejos de la isla conectada por un enorme puente que acortaba las distancias. Era inevitable pensar que todo era de ensueño y que flotar a la deriva sobre las olas hubiese sido la mejor solución para sortear el calor de más de 30º C.
Y allí nos encontramos como una sombra que se entrecruza con otra: una palabra lanzada al aire en silencio que provocaba, desde ya, una vibración extraña a varios kilómetros de distancia, cruzaba océanos, cruzaba cerros, cruzaba caminos de tierra hasta hacer resonar los cristales de tu habitación donde estabas pensando en mí. Porque desde ya sabías que nos estábamos encontrando, como en todas las vidas pasadas, en Venecia, corriendo por la Piazza di San Marco, cruzando el mar hasta abrazarnos en algún lugar lejano.
1 comentario:
Creo q alguien me debe un paseo por Venecia... :p
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