Avanzas a la velocidad de la energía cinética y del movimiento uniforme, persistente y continuo de una rueda de la vida que se mueve a su ritmo, con su música que corta el viento mientras cruza el pavimento incandescente de la noche anterior. Las luces son un punto inacabable mientras los tejados me observan avanzar a medida que pedaleo una y otra vez: cortas el viento, cortas el tiempo y el espacio que se detiene en el instante en que comienza el movimiento del mundo. Eje de rotación y de traslación: la luz del verano me conmueve y me refugia en ese baño primaveral de una laguna que existe más allá de la penumbra, más allá de la oscuridad que se proyecta desde los cerros aún vírgenes. Hacia allá donde la civilización crece, hacia allá donde los misterios pretenden esconderse. Hacia allá donde la música que nace tras el ocaso se confunde con el parpadeo de una visión minúscula.
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