Si ayer fue un tema de mi disposición, el día de hoy fue a la inversa. Si ayer pensaba que todo estaba funcionado mal, que yo estaba en el lugar equivocado y que lo único que anhelaba era salir corriendo, ese pensamiento creció el día de hoy. Y es inevitable confudirse al pensar que existe la probabilidad de entrar a trabajar de manera estable, puesto que es lo que estudié (no sé en qué estaba pensando cuándo lo elegí, definitivamente, no pensé en que eso había que ejercerlo) y es momento de empezar a producir, puesto que también hay que pagarlo en algún momento. La sensación de que elegiste mal vuelve a pasearse ante tu mirada cuando observas que la gente no tiene interés en lo que les enseñas y te dan unas ganas enormes de arrojarlos por la ventana uno a uno. Solo exageraciones: a la gente se le olvida que uno es persona y que merece respeto.
Dentro de las cosas negativas de la profesión docente (aspectos que me he encargado de detectar constantemente durante este semana) es la escacez de tiempo para eso que se llama "vida personal, esparcimiento y ocio" y una remuneración que da risa. Peor aún es escuchar los cálculos de los propios colegas que se ríen de la situación, mientras las "inteligencias superiores" de nuestras autoridades se cuestionan: ¿por qué la educación no tiene los resultados que queremos? (inclinando la cabeza al estilo "¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?"). No sé, podrían partir por mejorar las condiciones laborales para hacer más grato -y motivador- tener que hacer callar 50 veces a una misma persona y tener que soportar preguntas estúpidas tales como:
Pregunta: "¿tengo que escribir eso?"
Respuesta mental: no, es solo un adorno para que la pizarra se vea más bonita... ¡imbécil!
Pregunta: "¿eso también es parte de la clase?"
Respuesta mental: No, es que no tengo nada más que hacer que inventar cosas de la nada... ¡escribe, mierda!
Pregunta: "¿Cuándo vuelve nuestra profesora?"
Respuesta que añorarías dar: Por mí, que volviera ahora mismo porque no entiendo cómo hace para soportar tanta estupidez junta.
Pregunta: "¿Qué vamos a hacer hoy?"
Respuesta que añorarías dar: Lanzar alumnos por la ventana.
Comentario: "Pucha, que es pesado, profe"
Respuesta: ¿Y acaso tú crees que uno no se aburre de hacerlos callar? ¿Acaso no te autoevalúas para ver que eres tú mucho más pesado?
Y un largo etcétera.
Y al final, la pedagogía se transforma en un calvario deprimente, que fomenta la obsesividad y la locura patológica, demencia adulto-joven, depresión permanente y autoestima por el suelo. Desgraciadamente, así lo veo el día de hoy. ¿Podré cambiar mi pensamiento en algún momento? Eso espero.
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