Hace algún tiempo, a raíz de algunas temáticas propias de la literatura que trabajé con mis alumnos de tercero medio, surgieron los tópicos literarios dentro de los cuales, como siempre, me detuve en el querido locus amoenus y por un instante tuve la ilusión de que los alumnos ponían atención. Esas ilusiones son transitorias, pero al menos duró un instante y se agradece. Y ese lugar ameno es diferente para cada persona y he ahí el motivo de que en la literatura se pueda presentar de diversas formas, visiones, etc. Y justo que yo andaba buscando mi locus amoenus -en realidad, siempre he sabido cuál es, solo que quería volver- cuando me informan de que otro fin de semana más me verá recorriendo las arenas de Pichidangui, balneario ubicado al sur de Los Vilos, con una preciosa vista al Pacífico. Fue un necesario cambio de aire que incluso se llevó lo que quedaba de noviembre sin siquiera darme tiempo a decirle adiós. Parece que fue para mejor.
Viernes en la noche y arrancan los motores a eso de las 20.20 cuando ingresamos al Troncal Sur rumbo hacia el norte: Villa Alemana desaparece en menos de 15 minutos cuando ya ingresamos a la nueva carretera que, de paso, se salta Limache y nos lleva a La Calera en algo así como 30 minutos (antes nos tomaba como el triple de tiempo). Otra experiencia es la de ingresar a la Ruta 5 Norte y encontrarse con camiones que viajan a lo largo del país, de vehículos que cruzan a toda velocidad. Por otra parte, los paisajes no dejan de cautivar con ese tono iluminado que se produce cuando el sol comienza a ocultarse: el valle cambia de color, la penumbra comienza a rodearlo de una manera que no puede ser sino hermosa. Cruzamos el Túnel El Melón, cuya extensión me producía temor antiguamente, para llegar al sector de La Ligua. Seguimos adelante y a eso de las 22.00 hrs nos estacionábamos frente a la cabaña desde la cual se observa la enorme montaña sobre la cual se sitúan algunas antenas de radio. Grandioso: paz, ruido de la naturaleza, silencio y... zancudos (cosa para nada buena).
Si debo describir el fin de semana en una palabra sería "relajo", llegando momento en que no me salía una sola palabra (lo que puede parecer preocupante si se considera mi capacidad de pronunciar miles de palabras por minuto sin que mi lengua muestre el más mínimo signo de fatiga), solo mirando el paisaje y empapándome del aire limpio de estar lejos de la ciudad. Desconexión casi total de no ser por el teléfono celular. El viento en la playa, las caminatas en la arena, las empanadas de queso, el paisaje, el mar. Pichidangui es ese locus amoenus que me carga de energía y, esta vez, en el momento oportuno. Ya estaré pensando en volver una vez más en un futuro próximo.
1 comentario:
Sigo preguntándome por qué es la única foto con fecha jijijiji
Definitivamente fue un graaaan relajo... Mi lunes no ha parecido lunes.
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