Desde los sueños se dibujan siluetas sobre la niebla que flota en la laguna, a lo lejos se ven las luces que descienden desde los cerros. Puedo ver el aura de las montañas, energía viva que vibra y que avanza hacia el infinito a un ritmo pausado, preciso, concreto. Bailan las musas luminosas que se posan sobre las nubes a observar el mundo que comienza a moverse, los colores aumentan su nitidez cuando corremos descalzos sobre la hierba que se humedece: nuestras pisadas se conservan frescas sobre el camino que ya recorrimos hace varios miles de años atrás, en otras vidas. ¿Volveremos a recorrer esta misma senda en vidas futuras? ¿Volveremos a ser luz cuando todo ya haya vuelto a comenzar? El fin de un ciclo, el inicio de otro: energía nueva suspendida en el aire, colores azules profundos como el agua que avanza sobre nuestras cabezas, alas extendidas al máximo para iniciar ese vuelo que estuvimos esperando por tanto tiempo.
Somos agua, somos aire, somos fuego, somos tierra: somos luz. Somos seres cargados de experiencias, de vida, de sueños. Somos sueños que iluminan la tierra, somos sueños que recorren las sendas de los continentes, somos sueños que sonríen cuando coinciden con nuevas miradas. Somos sueños que se musicalizan al avanzar a través del aire. Somos la luz que recorre los bosques oscuros de la noche por donde habitan las almas dispuestas a contar nuevas historias, donde la playa se une con el valle. Somos movimiento, somos danza, somos creación.
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