Sale el sol desde la ladera y se esconde en el mar, o detrás del cerro. Porque todo lo absoluta pierde credibilidad cuando te das cuenta de que, en algún lugar, todo puede ser perfectamente al revés: entonces verás el sol que sale desde el mar como una sirena lanzándose sobre el horizonte, para luego continuar la trayectoria y esconderse detrás de una montaña cubierta de hielo bajo el cual se esconden nuevas historias. Pero más allá, mucho más lejos, las luces que causan destellos dejan ecos en el tiempo: huellas marcadas a fuego sobre una superficie estelar que muta, luces que viajan por años y años hasta llegar a nuestras miradas: ya la naturaleza sabe inundaranos de la fantasía de una historia que ocurrió hace tantos millones de años, de un cielo latente que ocurrió hace tantos años. Y en ese sentido, que no nos parezca extraño que nos interese tanto el pasado para entender cómo nos constituimos hoy en el presente: caos y construcción en un gran sistema que se expande, galaxias que se extienden, planetas que renacen y llenan de color, que nos llenan de vida.
Y así vamos hacia la estrella inicial, vamos hacia el origen y continuamos avanzando hacia la eternidad. Porque somos energía, somos luz, somos vida: somos una muestra más de que la naturaleza no se equivoca y de las coincidencias no existen. Somos las estrellas que merodean alrededor de un núcleo y, posiblemente, seremos el eco de una gran historia global que nuestros descendientes querrán entender. Somos el mundo que está sembrando el futuro, entonces ¿qué es lo que vamos a proyectar?
Fotografías: Vista de Coquimbo desde La Serena, Región de Coquimbo.
1 comentario:
Noto intertextualidad con otras entradas de este mes... y la música de hace un rato hace que tenga sentido :)
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