Las hojas de los árboles cambian de color y el silencio de la noche se asienta sobre la mirada del caminante que, luego de todo un día de trayecto, se recuesta sobre la hierba a congelar su mirada bajo los campos de estrellas que emergen desde la siembra. El ruido de la tierra es persistente, como si las voces de los muertos comenzaran a hablar: la luz se refleja en la niebla que aparece de antesala a la luna más llena del último tiempo. El caminante se recuesta a descansar: es de noche, está oscuro, pero la brisa cálida no ha amainado. Sobre la hierba, se revuelca en busca de humedad con la cual refrescar su piel: varios kilómetros han quedado bajo sus pisadas que solo quieren llegar a un destino. ¿Cuál es ese destino? Se cuestiona a diario si es que el camino que recorre es el definitivo o si solo es una parte del proceso para llegar a la meta.
Y no sabe si son 200, 20.000 o quizás millones de kilómetros que aún debe recorrer para lograr lo que busca. No lo sabe, pero sigue adelante: sumerge los pies en el agua del río para luego continuar. Ya mañana las aguas estarán congeladas y, entonces, podrá cruzar hacia la otra ribera. No sabe lo que le espera, pero quiere saberlo. Cierra los ojos sonriente: sabe que las aventuras aún están por empezar.
1 comentario:
Caminante no hay camino...?
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