Cinco grados a la sombra y la escarcha irrumpe en un paisaje colorida de verde, otrora del bullicio de los ángeles corriendo a través de las praderas. Y las luces que dan vueltas se confunden con las gotas condensadas que a ratos comienzan a caer, que se detienen de pronto cuando estaban a punto de salir. Deja correr el agua, deja que fluya, deja que sea libre de encontrar esa luz que tanto añora porque, después de todo, en ello no hay ningún mal. Se detiene el tiempo, no hay nadie más, no hay miedo, no hay que temer. Deja que fluya el agua que es vital.
Cinco grados a la sombra cuando la noche oscurece las pisadas que se confunden, cuando la luz de los faroles revelan las múltiples pisadas sobre la nieve, ¿dónde van? Pisadas vienen en varias direcciones, no sabes dónde van. Pero la luz ya revela esa verdad: la confusión de un mundo, la dispersión de las ideas que acaban en algún lugar. Y fluye en el aire, fluye el viento, fluye el agua que no se quiere estancar. Porque en silencio todo vuelve a ser dulce, todo vuelve a los colores de un invierno primaveral.
Cinco grados a la sombra y el tiempo detenido es un instante abrasador. Una sonrisa cálida, el reencuentro de los caminos: nuevamente comenzar a navegar.
2 comentarios:
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A veces basta una mirada para que alguien cambie los cinco grados que congelan la respiración y transforme el mundo para volver a hacerte sonreír.
Gracias por tu mirada reconfortante y tu abrazo que me devuelve al camino.
Te amo!
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