No me pilló de improviso darme cuenta que hoy se cumplen 2 años desde que tomé un avión rumbo a España para desembarcar a 6 meses de miles de historias. Lo que sí me pilló por sorpresa es que el tiempo se haya pasado tan rápido: tanto tiempo esperando ese momento que ahora miro hacia atrás, hacia el pasado. Un pasado que me recuerda los sueños que se pueden cumplir.
Extraño muchas cosas de Albacete y su silencio nostálgico, tanto en invierno como en verano. Extraño esas edificaciones en altura que se alzaban en medio de la nada: llegar de noche a eso de las 3 de la mañana de regreso de Madrid y, en alguna ocasión, encontrar las calles cubiertas de nieve durante febrero y marzo de 2010. Extraño ese calor eterno que me hacía andar en traje de baño incluso pasadas las 10 de la noche, de ducharme con agua fría y de añorar el mar. Extraño la calle Piedra donde viví, el Eroski, la UCLM y su frialdad arquitectónica, que en el fondo igual acogía. Extraños los viajes, la ansiedad, la sorpresa de un mundo desconocido.
Pero sé que regresaremos a esos lugares y, aunque todo sea diferente, recorrer esas tierras nuevamente siempre tendrá un halo de misterio y alegría.
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