¿Sería necesario crear las historias o habría que dejarlas venir? Que acaso me sentara de pronto, sin aviso ni nada, en medio de la calle a escuchar las voces que ruedan sobre el viento y se esconden ente las nubes que luego comenzarán a llover: ver que las letras aparecen escritas con rápidez, mucha más de lo que una máquina pudiese soportar, casi a la velocidad de la luz dentro de mi cabeza que no se detiene en ningún momento. Pensar en ese famoso input lingüístico que gatilla un desarrollo mayor o menor, según el caso, y, de improviso, despertar miles de sensaciones desde la corteza cerebreal: despertar a las neuronas dormidas y, por un instante, percibir todas esas cosas que están ocultas al ojo humano. Lo esencial, como diría El Principito, eso que es invisible a los ojos pero que es completamente perceptible a la intuición si la dejamos hablar.
Intuición, eso es lo que estoy buscando. Saber qué es eso que se esconde detrás de las pisadas que quedan plasmadas en el cemento de una tarde de calor, esas huellas que caminan hacia el infinito en la playa y que pese al paso del mar, no son borradas. Las huellas que aquel caminante descalzo se llevó marcadas en las plantas de sus pies, ese pedazo de camino, esa unión momentánea y permanente. Es bello. La unión es bella, momentánea, silenciosa, causal, es bella. La belleza que hay tras una mirada silenciosa que sonríe, la belleza de decir nada. La belleza de no ser bello, de tener tantas cosas por las cuales soñar y seguir adelante. Eso busco: la intuición. Intuir que podemos ser capaces de hacer muchas más cosas de las que hacemos y, como siempre, podemos volar. Abrir las alas escondidas en la espalda -sí, están escondidas, a veces es necesario lanzarse a correr y abrirlas, de manera instintiva- y volar sobre el mar infinito. Ver las olas.
Volar, intuir, sentir, vivir. Volar. Sentir. Y, por sobre todo, creer. Creer que hay algo más allá y que es tan certero como el parpadeo que acabas de dar. Que está tan cerca como un respiro. Creer que algo bueno está en camino, que los cambios son para bien. Que la energía suspendida en el silencio puede ser ocupada para bien: hay un mundo enorme de oportunidades que perseguir, hay un camino gigante de sanación, purificación y conocimiento. Intuir. Crecer.
Eso es lo que más quiero: creer.
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