Ya perdí la cuenta de cuántos días han pasado desde la última entrada en el blog. Creo que no alcanza a ser un mes, aunque la lejanía del mundo cibernético es una de las peores abstinencias a las cuales puede ser sometido el ser humano y puede ser ese el motivo de que me haya parecido tanto tiempo; lo que sí, este poco tiempo ha dado pie a que sucedan muchas cosas. En fin, tomamos una determinación que no dejó de sorprender a muchos y que incluso a mí mismo todavía me parece extraña: como que todavía no me doy cuenta de que, efectivamente, estoy viviendo en Valparaíso, en el centro mismo de la realidad que siempre había querido. Es increíble, insisto, todavía.
Creo que todo sucedió como en una semana en que comenzamos a comprar cosas para ese eventual futuro cambio que no sabíamos cuando sería, pero que suponía ser a principios de abril o mediados, en realidad, más próximo a finales de dicho mes. Pero las cosas se dan de una manera extraña y fue en una semana en que reapareció una oferta que desapareció por unos días para luego volver, incluso, recibiendo un correo para avisarnos que podíamos ir a verlos: suena raro, pero parecía ser que el mismo departamento nos llamó. Al conocerlo, su forma extraña nos llamó la atención y, en definitiva, una de las motivaciones para su elección fue el hecho de tratarse de una viviendo muy al estilo porteño. Lo pensamos dos días y en un abrir y cerrar de ojos estábamos firmando el contrato y moviendo nuestras cosas.
Así, ya estamos a punto de cumplir dos semanas. Increíble: todo cambia en un segundo. Más sueños que nacen para ser cumplidos.
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