Hace poco conversaba con los otros colegas, en la sala de profesores, respecto a las dificultades que estaba teniendo por el mal manejo de mi voz: tonos altos excesivos, necesidad de gritar constante y la falta de descanso. Quizás sea el hecho de estar trabajando en varios lugares, aunque no lo creo tal. Por otra parte, puede que sea el hecho de que estoy intentando hablar demasiado... y si bien suelo culpar a mis alumnos que no se quedan callados de ninguna forma, también hay un factor importante que es el hecho de que nunca en toda mi carrera universitaria nos enseñaron técnicas de impostación de la voz y he ahí el motivo de mi sufrimiento diario. En fin, sucede que esta conversación la mantuve el día lunes cuando reclamaba por el fin de semana que se había hecho la nada misma.
No me di ni cuenta y ya estoy a día jueves, en que mi jornada laboral está casi terminada, puesto que solo me queda una clase de español como lengua extranjera. El tiempo se fue volando y, al parecer, eso es una buena señal de que estoy disfrutando la vida, ¿o no? Siento que no fue hace mucho que me entregaron el primer sueldo y ya voy por el segundo: raro, ¿no? ¿O acaso será el hecho de que tengo casi todo el semestre planificado y eso me hace ver cómo las cosas han ido avanzando? Eso del tema de las metas cumplidas puede ser una buena terapia anímica.
Los días de la semana se me van volando, aunque sí, se hacen más extensos que el fin de semana. ¿Qué estará sucediendo con mi vida? Posiblemente sea cierto que la vida de adulto pasa mucho más rápido.
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