"Todos están locos, salvo unos pocos" dice la canción del grupo chileno los Chancho en Piedra y esa locura espacial adquiere dimensiones que también se relacionan con el tiempo: 8 de la mañana y te subes a un colectivo que idealmente te hubiese llevado a tu destino, pero acaba dejándote a algunas cuadras. Quilpué se ve tan susceptible bajo esa niebla que cae como llovizna sobre las miradas con cara de sueño; es totalmente entendible, nadie quiere volver a trabajar luego de un fin de semana de desconexión total. Locura espacial: el Registro Civil inicia su atención a las 08.30 y la fila ya comienza a formarse en torno al edificio, con gente ansioso de que lo atiendan pronto para poder acudir a sus trabajos. Claro está, su horario está tan pésimamente diseñado para la gente que trabaja que la única opción que queda para hacer algún trámite es pedir permiso toda la mañana o, simplemente, llegar atrasado y poner en riesgo tu fuente laboral. Así de simple. Los simpáticos abrieron con 5 minutos de retraso (ok, fueron 4) al momento en que la fila empezó a moverse rápidamente, dando la ilusión de que todo iba bien. Pero no. La fila se detuvo por unos 7 minutos en que no hubo ni un solo milímetro de avance y mi cara de ansiedad aumentaba: eran las 9 de la mañana y debía estar en Valparaíso a las 09.30. Solo un avión podría haberme salvado en ese momento. Cuando finalmente me atendieron y pagué los $1.050 del certificado de antecedentes, comprobé con falsa emoción que no tenía ninguna anotación y que tampoco estaba siendo buscado por actos terroristas: en definitiva, no soy un peligro para la sociedad y puedo trabajar sin ser un riesgo para mi empleador.
Quilpué en la mañana es la típica ciudad dormitorio que se quedó dormida, donde no circula un alma y los pocos colectivos que pasan no le sirven a nadie. Corrí al Merval con la esperanza de que su frecuencia me favorecería y pude comprobar que los esfuerzos lo han llevado a algo decente en horario punta: recorrí no sé cuántos kilómetros con la intención de que el conductor pisara el acelerador y volarámos a la velocidad de la luz hacia Estación Bellavista, lugar al que llegué a eso de las 09.35. You're late, honey. Corrí hacia la Subida Ecuador y pillé el colectivo rumbo al cerro: me imaginé a la Directora con cara de odio al verme llegar, mientras me sentía acompañado por el fantasma típico del retraso de día lunes. ¿Todavía es legal eso de que si te atrasas dos lunes seguidos ya tienen causal para finalizar tu contrato? No lo sé, pero no quiero comprobarlo la próxima semana. Llegué corriendo, firmé como si nada, sonreí y saludé (como los pingüinos de Madagascar) para luego correr a la sala de profesores donde me esperaba una bella mañana de planificaciones diversas, lectura de planes y programas del MINEDUC, el odio constante al ajuste curricular que parece enredarnos aún más la vida de docentes, el estrés al ver todo lo que se viene y una serie de blah, blah, blah. Y más blah, blah, blah. Me dieron las 14.45 y mi estómago rugía, cuando bajé hacia la fotocopia legalizada de mi certificado de título.
¿Y qué pasó? No, no me hice "mielda" como el Mamut chiquitito. Llegué a la notaría y veo que aún no atiende, que debo esperar una media hora más. La tarea es buscar una fotocopiadora en el sector financiero del Puerto y descubrí con asombro, que no eran tan abundantes como en la zona universitaria. ¿Qué es lo que te pasa, Valparaíso, que ya no te reconozco? Cuando finalmente logré obtener la fotocopia, esperé a que la notaría iniciara su funcionamiento, para darme cuenta que el señor notario aún no llegaba de su colación. Fue inevitable escuchar la risa malévola de Thriller. Me dijeron que sería en algo así como 15 minutos y como el estómago apremiaba, no pude contener mis intenciones de comer el pastel de choclo casero hecho por mamá el día anterior. No duró más de 5 minutos y la espera continuó unos 10 minutos más hasta recibir los documentos: 4 de la tarde y camino rumbo a la micro. De regreso a casa: es increíble la comodidad (por costumbre) que se puede encontrar en los asientos del Transvalparaíso.
1 comentario:
Flaiteeee... no podí comer pastel de choclo (helado más encima) en la notaría xD
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