Se supone que mi título está orientado al trabajo con alumnos de educación media, debida a la especialidad de mis contenidos. Me encontré con la sorpresa de que muchos docentes me habían presentado a sus alumnos como un especialista en el área y que dicha caracterización me concedía cierto estatus, lo que habría explicado la atención que muchos alumnos prestaron a mi presencia. Fue algo agradable y, desde ya, he notado muchas diferencias respecto al Entrevalles: es claro que acá me siento mucho más cómodo y valorado, con un ambiente laboral en donde todos están involucrados en una misma meta.
Dentro de esas cosas extrañas que me trajo el 2013 es el hecho de que estoy realizando clases a alumnos de básica, cosa que rechacé tajantamente durante mucho tiempo. Que no me sentía capaz, que yo no había estudiado para eso y una serie de excusas que ahora se fueron al viento: quinto, séptimo (jefatura, más encima) y octavo básico se ven enfrentados a mi presencia a partir de la próxima semana. Pobres, ya verán a lo que se enfrentan. Para mí es todo un desafío aprender a explicar con otra complejidad, entender que son niños y que aún les queda mucho por desarrollarse: capturarlos en el momento preciso para asegurarse de que el árbol crezca en la dirección correcta. Empezar el proceso desde el principio puede resultar mucho más enriquecedor.
Me sorprendí gratamente al ver que muchos cursos me resultaron particularmente agradables, en donde mi voz se proyectaba de la manera ideal y donde no debí hacer demasiado esfuerzo por lograr la atención. ¿Hay algo que esté mejorando? ¿Acaso mi disposición ha afectado positivamente en cómo estoy viendo todo lo que está sucediendo? Claramente, estoy recién empezando y tengo toda la energía que tiende a irse agotando en el año, pero tengo una extraña sensación de que todo irá viento en popa. No sé por qué, pero siento que estoy en un lugar donde puedo ejercer mi profesión tranquilo, contando con el apoyo de gente que sabe lo que está haciendo. Llevo varios días entrando y saliendo con una sonrisa, cosa que agradezco mucho. Si bien, me agoto, no me frustro y adquiero el ánimo de continuar avanzando. Quién lo diría.
Y, para finalizar, el hecho que marcó mi día y colaboró muchísimo en que me llevara una sonrisa para la casa fue una alumna de quinto básico, curso con el que tuve clase por primera vez esta tarde. Todo bien, un grupo pequeño y atento, risueño y participativo, con ganas de aprender. Una sala que había sido una capilla y en donde parecía ser el sacerdote en el altar (qué miedo). Todo bien, las instrucciones, un juego con puntaje acumulativo y la interacción con los pequeños. Acabó la hora y una alumna se acerca para regalarme un sandwich: fue un acto tan increíblemente adorable que me enterneció, porque no me lo esperaba de ninguna forma. Creo que estoy viendo la profesión docente desde otra perspectiva, encontrándole las cosas positivas que te ayudan a llenar la parte menos grata. Veamos qué nos trae el resto del año, veamos qué cosas buenas se pueden seguir sacando.
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