domingo, 4 de febrero de 2007

Se Puede Volar (Final)

El bullicio de vehículos tocando bocinas y un calor de casi 32º los recibió. Era un gran edificio de por lo menos unos cien años, se encontraba muy bien cuidado y dejaba bien en claro su elegancia.

-Aquí es… -dijo Rodrigo.

Al ingresar se presentó y lo llevaron a una oficina de espera. Muy pronto, alguien lo atendería. Su corazón latía como nunca, parecía que se iba a salir. Miraba a Natalia sonriendo, y ella, intentaba hacerle olvidar el nerviosismo.

-Menos mal que tu padre se arrepintió de lo que te dijo, y menos mal que tú no le hiciste caso. ¿Cómo fuiste capaz de decidir algo por ti mismo a los siete años?
-Ni yo lo sé, sólo sé que a veces uno elige cosas sin saber, pero que con el tiempo, uno se da cuenta que lo hizo para su propio bien –respondió Rodrigo.
-¿Sabes que es lo que más me gusta de ti? Tu forma de ser, tus pensamientos y aspiraciones. Tu nobleza y tus sueños –sonrió Natalia.
-¿Y de ti? A mí me gusta tu sonrisa, tus ojos, y que eres mi musa.

Cuando terminó de decir esto, apareció una secretaria que lo llamó.

-Ve y lucha por tus sueños, ve y haz lo que tienes que hacer –dijo Natalia.

El camino hacia la oficina le fue interminable. Veía todo a su alrededor más grande, tambaleaba y chocaba con la pared a ratos. Cada paso le era un kilómetro, y su espalda sudaba por completo. Era necesario controlarse en ese preciso momento, no podía dejar que su nerviosismo lo traicionara una vez más.

-Sr. Ramírez, me alegra poder conocerlo en persona, al fin.
-A mi también… -respondió Rodrigo, temblando.
-Tranquilo, hombre. No te pongas nervioso, estamos en confianza. Eres la persona que he estado buscando desde hace mucho tiempo.
-¿Sí? –Rodrigo comenzaba a sorprenderse.
-Nunca antes había visto alguien que tuviera el poder de redacción que tú tienes, de crear mundos tan espectaculares.
-Gracias…
-¿Nunca especificamos cuál sería el premio, verdad?
-Sí…
-Pero supongo que has de deducir de lo que se trata, ¿no?

Rodrigo no dijo nada, no quiso responder lo que se le había venido a la mente por temor al ridículo y a la mirada extrañada de quien le hablaba. Sus ojos comenzaron a brillar de emoción.

-Vamos, hombre. Relájate, ya lo dije, estamos en confianza. Creo que el sueño de toda persona que escribe es ser reconocido… -mientras buscaba dentro de unas cajas.
-Señor… -Rodrigo ya no tenía palabras para hablar, su sueño comenzaba a acercarse a sus manos.
-Aquí lo tiene… el primer ejemplar de su libro. Mañana será el lanzamiento oficial, deberás quedarte, Verónica te llevará al hotel.
-¡Gracias, muchas gracias! No sabe lo feliz que me hace saber esto…

-…Y aquí estoy, leyéndoles mi historia. La vida es tan loca… -concluía Rodrigo su discurso.
-Lea algo de su libro… -dijo un periodista.
-Está bien: “Cuando ella se acercó a su regazo y él la miró con pasión, no tuvo otra alternativa que decirle lo que ella sentía por él. Ya era tiempo de que ambos soñaran en el mismo mundo que los unía. Abrieron sus alas y emprendieron el vuelo. A pesar de todas sus limitaciones físicas y defectos, a pesar de sus temores y de lo que les decían, nada impidió que volaran por el cielo, volaran alto como las aves. Él la convenció de que se puede volar…”

Los aplausos llenaron la sala, y el beso de Natalia hicieron que su sueño al fin se viera concreto.




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1 comentario:

Anónimo dijo...

No c q decir..pq creo q te dije lo que pensaba del cuento..

PD:sigo esperando mi 0,1% del iPod

xaw