Como un barco a la deriva me arrojo sobre el viento, a flotar como las aves que cruzan a toda velocidad ese horizonte nuboso que se cubre de lluvia. Cruzo las olas de ese mar inquieto, rompo las olas en la medida que se alza al cielo ese vaivén del inquieto océano que me conduce a la deriva: no sé a dónde voy, no sé qué es el futuro, qué es lo que se viene. Si el presente es una línea contínua, me resulta tan incierto como la vida misma: nunca sabemos dónde todo va a parar. Un presente inquieto y yo me cobijo bajo un paraguas que, supuestamente, me cubrirá del temporal: temo por lo que viene, temo por el futuro, ¿qué es lo que sucederá? A veces me detengo sobre ese mar que se mueve y sumerjo mis pies en esa agua gélida, en esa profundidad inexistente. Me voy sumergiendo de a poco, el agua hasta los tobillos, hasta las rodillas, hasta la cintura: mi silueta se confunde con el temporal y el ruido del viento.
A veces desaparezco lentamente bajo la niebla que humedece mi piel acelerada. A veces soy vapor, a veces soy hielo, a veces soy inercia como un movimiento sin inicio ni fin. A veces soy origen y a veces fin. Me voy sumergiendo hasta el ombligo, sumergo hasta los hombros y mi sonrisa ríe congelada sobre el vapor. Soy un cubo de hielo flotando sobre el mar. Soy un barco a la deriva capaz de soportar cualquier temporal.
1 comentario:
Me encanta que vuelvas a escribir, aunque sea a ratitos :)
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