Increíblemente, ya llegó este quinto mes del año y con ello el olor a mar, la locura del tiempo y la primera lluvia, que este año no quiso ser nada menos que una espectacular tormenta eléctrica que iluminó los cielos durante la noche. Con razón leía en twitter comentarios tales como "hacía tiempo que no veía una tormenta tan power en Valparaíso" ya que solo tengo recuerdos de una tormenta eléctrica en el año 2008 cuando los truenos hicieron temblar mi casa. Creo que todavía me sorprende ya que en Chile no es del todo común que ocurra este tipo de fenómenos.
Llegó la lluvia, pero los problemas a mis cuerdas vocales comenzaron hace rato. El IST no hizo más que fastidiarme: de un lado para otro, que urgencias, que nadie sabe qué y puro blah blah. Me cayeron mal y al final me fui todo deprimido. Lo bueno es que me acordé de otro dato -al cual no le haré publicidad aún, hasta comprobar su calidad- y quedé bastante conforme, por poco dinero y sin tantos trámites como en aquel lugar.
Llegó el quinto mes del año y veo que diciembre no se ve tan lejano. Veo que las planificaciones empiezan a avanzar y ya te das cuenta que estás a mitad de camino y más allá: en menos de dos meses tendré que estar cerrando el semestre para darme cuenta que el tiempo se hace nada. Me siento en ese proceso de aprender a disfrutar el trabajo y que, al final, hay cosas que ya no están relacionadas contigo sino con el ambiente y con los otros agentes del proceso. Si uno se cae, más allá del suelo no vas a pasar. Llegan tantas cosas y el tiempo se sigue yendo: es la ley de la vida adulta en que todo se pasa tan rápido, pero parece ser un buen indicio. Llevamos un mes viviendo en Valparaíso y disfrutando cada día de las luces que iluminan los cerros, de sus calles extrañas, de su gente loca, de su mundo tan sui generis.
Simplemente: hola, mayo. Que seas un buen mes.
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