viernes, 8 de febrero de 2013

Sonrisa

Al parecer, en mi familia aún no se han dado cuenta de muchas cosas. Para mí resulta evidente que el año pasado me dejó con un sabor amargo,  según ellos fue un año genial y que yo soy un mal agradecido. No sé, quizás se sienten con la capacidad de ponerse en mis pies y ver todo desde fuera cuando en realidad no han vivido mis experiencias. Y es así como hoy ha sido uno de esos días en que me han dejado más que saturado de los mismos comentarios de siempre respecto a mis expectativas económicas en relación a lo laboral: ¿no sería lógico que en vez de tirarte para abajo intentaran darte ánimo y motivarte? Resulta que esa lógica no resulta en mi familia si estudiaste algo que no sea socialmente rentable: estudiar pedagogía me condena a la completa pobreza y lástima del entorno, de acuerdo a su pensamiento. Claro está, es el pensamiento que tiene la sociedad y que, en gran medida, yo también tengo respecto a la profesión. Por algo no me proyecto haciendo esto por el resto de mi vida.

Y este aburrimiento que tengo a escuchar lo mismo a veces me lleva a reaccionar un poco alterado y me enojo con facilidad, aunque lo que en realidad estoy escondiendo es una sensación de pena y angustia. Sí, casi como el adolescente que quiere aprobación por parte de su entorno y busca acciones para obtener una respuesta afirmativa: ya estoy harto grande para actuar así, pero mi ambiente familiar me está llevando a sentirme tan anímica y laboralmente mal que es inevitable reaccionar así. Lo único que han logrado es que me encierre cada vez más y, con el paso del tiempo, saben menos de lo que me pasa. No sé si realmente les preocupa: creo que trato de pasar lo más desapercibido posible y quizás sea ese el motivo de que piensen que las cosas no me cuestan, que no tengo problemas y que el tiempo me sobra. Aburre que te tengan "pa'l webeo" (en buen chileno) y que se enojen cuando pones orden. Hoy me hicieron sentir realmente angustiado y cabe considerar que no me sentía así de bajoneado desde el año pasado.

Hacía algún tiempo que llevaba incubando diversas ideas para escribir nuevos cuentos y una de estas ideas era un contexto completamente depresivo y oscuro. Tenía un profundo temor a que la escritura de dicho cuento me dejara el ánimo por el suelo, por lo tanto hice lo posible por aplazar la acción hasta que sucedió este acontecimiento que relato. De todas las cosas malas se puede sacar algo bueno y de este episodio depresivo real, acabé escribiendo "Sonrisa" -título de esta entrada-, tomando al fin la idea y desarrollándola con las sensaciones frescas de cómo me sentía en ese momento. Al contrario de lo que pensé que ocurriría, desarrollar la idea no hizo más que levantarme el ánimo y liberar mi angustia: la escritura ha vuelto a ser mi terapia anímica. Asimismo, volví a respirar satisfacción con la "sensación de cuento terminado", sentimiento que no había tenido en los escritos más recientes. 

No quiero dar más detalles, solo dejar constancia de qué me motivó a escribir el cuento, ya que muchas veces leo las historias y no me acuerdo cuáles fueron sus motivaciones. Recordarlo, aunque sea, como anécdota.

1 comentario:

E dijo...

Ahhh verdad que me habías hablado de que querías hacer algo así... ves... de algo malo se saca algo bueno :)


laviu